viernes, 23 de octubre de 2009

Los Nogales y el Tratado de la Mesilla

Para cuando José Elías adquiere el rancho de Los Nogales en 1843, o sea el lugar en donde actualmente se encuentra la ciudad de Ambos Nogales, los antiguos terrenos misionales de la Pimería Alta sufrían de un proceso gradual de cambio de dueños.

Este proceso se había agravado cuando el comandante militar de Sonora, Mariano Paredes Arrillaga, ordenó que los misioneros franciscanos nacidos en España fuesen expulsados de Sonora en 1828. La región más afectada por esta disposición fue la Pimería Alta, ya que aún se conservaba aquí el régimen misional, y así fue cómo en toda la Pimería Alta únicamente quedaron dos misioneros: Rafael Díaz (a cargo de Cocóspera, Tumacácori, San Xavier del Bac, y los presidios de Santa Cruz, Tubac y Tucson), y José María Pérez Llera (San Ignacio, Tubutama, Oquitoa, Caborca y sus visitas). Al quedarse solas muchas de las misiones, el Gobierno nombró a Luis Redondo y a Fernando Grande para administrar los terrenos misionales. Y aunque esos terrenos habían producido abundantes ganancias, ya que por ejemplo, antes de la expulsión, en Cocóspera se habían llegado a herrar 10 mil cabezas de ganado en un año, o que Fray Narciso Gutiérrez, fallecido el 13 de diciembre de 1821 en la misión de Tumacácori, Sonora, llegó a prestarle a las cajas reales de Arizpe la cantidad de 22 mil pesos, las temporalidades, como se les llamaba a los terrenos misionales, fueron quedando abandonadas al no haber misioneros a cargo de administrarlas.

Así fue cómo estas tierras cambiaron de dueños: Unas, rentadas por criollos que eventualmente se convertirían en sus dueños; otras compradas debido a que los indígenas también gradualmente habían ido desapareciendo. De esta manera se realizaba un proceso en que la propiedad comunal indígena desaparecía y era sustituida por la propiedad individual de la tierra.

En el caso de Los Nogales, José Elías había adquirido terrenos baldíos, no pertenecientes a ninguna misión, ya que limitaban al Sur con su otro rancho, Casita, mientras que al Norte limitaban con los terrenos de la antigua estancia ganadera de Calabazas (hoy Río Rico), perteneciente a la misión de Tumacácori.

Fueron esos los peores años que haya visto Sonora. Poco después de 1843, año en que José Elías adquirió el rancho Los Nogales, sobrevino la guerra de Estados Unidos contra México (1846 a 1848) y al concluir ésta, el Tratado de Guadalupe-Hidalgo estableció una nueva frontera de Estados Unidos con nuestro País. El nuevo límite fue fijado en nuestra región siguiendo a lo largo del río Gila (en donde actualmente se encuentra Phoenix, que entonces no existía).

A esos problemas se le agregó la crisis económica derivada de la derrota y pérdida territorial por la guerra, además de la inestabilidad social producto de las contiendas entre Conservadores y Liberales, pero tal vez el mayor impacto lo hayan causado los continuos asaltos apaches.

Por otro lado, en 1848 iniciaba la llamada bonanza del oro de California que llevó a que, atraídos por el brillo del áureo metal, miles de sonorenses abandonaran nuestro territorio, lanzándose en la búsqueda de sus fortunas. José Elías también siguió esta corriente humana, y en marzo de 1849 partía de Altar rumbo a California.

Mientras esto sucedía, los Estados Unidos buscaban una ruta que estuviese libre de las nieves invernales para construir una ruta ferroviaria transcontinental y, claro, nuestra región era idónea para ello.

La nación vecina envió ante el Gobierno de México a James Gadsden para negociar la adquisición de más territorio, y tras difíciles negociaciones logró lo que en México conocemos como el Tratado de la Mesilla, o sea comprar el territorio ubicado desde el actual Phoenix hasta la frontera actual, a cambio de $10 millones (unos 236 millones de dólares actuales), el que fue ratificado el 25 de abril de 1854. De esta manera, la frontera en la región del rancho Los Nogales quedó definida por el paralelo 31° 20”

José Elías, que para entonces ya había regresado a Sonora desilusionado de su viaje a California, al saber de esta adquisición territorial, nuevamente acudió el 12 de octubre de 1854 a la Tesorería Departamental buscando, y obtuvo, una constancia de la legalidad de su posesión, ya que, aducía:

“… Mis papeles del rancho de La Casita tienen los re-quisitos que requiere el Art. 6 del reciente tratado de La Mesilla para que el Gobierno norteamericano respete los que queden dentro del territorio que le ha cedido nuestro Gobierno. Y como pueda ser que mi relacionado rancho sea de los comprendidos en esa línea por estar situado poco más o menos en el grado 31 de latitud Norte, quiero, para evitar enteramente todo motivo de cuestión, tener una constancia de que está registrado o anotado en uno de los archivos de tierras de la República, como lo es el que existe a cargo de esa Tesorería…”.

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