domingo, 27 de diciembre de 2009

La construcción del Ferrocarril hasta Nogales

Como mencioné en mi anterior artículo, aún antes de la aprobación del contrato para la construcción del Ferrocarril de Sonora empezó a ser desembarcado en Guaymas material, y el 17 de noviembre de 1979, a las 4 de la tarde, se dejaba escuchar en el puerto, por primera ocasión, el silbato de una locomotora.

En enero del año siguiente se había empezado ya el tendido de la vía, que para noviembre llegaba a Hermosillo, la nueva capital del Estado. Originalmente, ésta iría de Guaymas a Hermosillo, y de allí, siguiendo el cauce del Río de Sonora y pasando por Ures hasta Bacoachi, de donde se dirigiría al Paso. Sin embargo, el avance en la construcción del ferrocarril en Arizona, que para marzo llegaba a Tucsón, convenció a los ingenieros de que en vez de seguir esta ruta, sería mejor seguir a lo largo del límite Oeste de la región serrana sonorense hasta la frontera, para allí conectarla con la vía arizonense, haciéndola mucho más barata porque no tendría que atravesar terrenos serranos.

Así, el Ing. Leopoldo Zamora, inspector General por México de la obra, encontró que la ruta de Hermosillo a Magdalena rebajaría el costo del tramo a 496 mil contra los 850 mil dólares del proyecto original. Ya en Magdalena, el Ing. Raymond Morley vio que al cruzar la frontera por el paso Los Nogales se ahorraría distancia para conectarlo en Benson con la línea ya construida en Arizona.

El 16 de diciembre de 1881, se firmaba un nuevo contrato modificando la ruta de la concesión original. Se autorizaba a la compañía para continuar la vía férrea, de Hermosillo “al punto de la Frontera del Estado de Sonora, denominado ‘Nogales,’ para enlazarse en Arizona con el de la Atchison, Topeka & Santa Fe. Por otro lado, en Arizona la AT&SF organizó la New Mexico and Arizona RR Co, para construir desde Benson hacia el Sur a lo largo del río San Pedro, hasta su confluencia con el Arroyo Babocómari, en donde se dirigiría al Oeste para continuar por el Arroyo Sonoita hasta el Santa Cruz, siguiendo después por éste hasta Los Nogales (En seguida aparece un mapa interactivo de las distintas rutas. Recuerda que puedes manejarlo, acercándote y alejándote)




Ya durante la construcción en Sonora, cerca de Nogales la ruta atravesaba terreno más o menos llano, mientras que en Arizona el tramo entre Sonoita y Calabazas (actual Río Rico) pasaba por terreno quebrado. Para terminar pronto este tramo se asignaron 400 hombres a trabajar allí, quienes tenían su campamento en Calabazas, pero como no fueron suficientes, se llevaron 100 yaquis a ayudar, y como trabajaban muy bien se hicieron arreglos para llevar aún más.

A mediados de mayo de 1882, la cama de la vía en Arizona estaba casi terminada hasta Sonoita, mientras que los colocarrieles iban 20 Km. detrás, y para junio los trenes llegaban ya a Crittenden (al norte de Patagonia). Al llegar el verano y las lluvias, se suspendió el trabajo a lo largo del cañón del Arroyo Sonoita, no así en Sonora, en donde continuó el tendido a lo largo del río Magdalena. No fue sino hasta septiembre que se concluyó el tramo de Arizona hasta Calabazas y de allí se siguió hasta la frontera.

El 23 de septiembre la vía llegaba 5 Km. al norte de la misma, mientras que en Sonora estaba a 15 Km. al norte de Magdalena. El retraso del tramo sonorense se debía a problemas políticos que llevarían poco después a la renuncia del gobernador Carlos Ortíz Retes. El 5 de octubre se inauguraba un hotel en Calabazas y hubo un viaje de tren desde Tucsón a la inauguración. Entonces se estableció tentativamente el 15 de octubre para inaugurar la vía, aunque ciertos retrasos la dilataron en 10 días más.

Finalmente, el 25 de octubre de 1882, a las 3 de la tarde, se realizó la ceremonia de inauguración de la vía férrea justo en el punto en que el ferrocarril cruza la frontera. De Sonora llegó una locomotora que, se dice, conducía Tom Forsythe y que traía a los dignatarios sonorenses invitados a la ceremonia, mientras de Arizona otra hizo lo propio. Se leyeron discursos y la esposa de Morley clavó en la vía, a un lado del montón de piedras que constituían el monumento internacional entonces, la última clavija, que tenía una leyenda alusiva al evento (A la derecha muestro la clavija).

En seguida, los asistentes a la inauguración fueron llevados al recién estrenado hotel en Calabazas (actual Río Rico, Arizona), en donde se les sirvió un banquete. Ese mismo octubre, el cónsul de México en Tucsón reportaba que en la frontera sólo había un campamento de los trabajadores del ferrocarril que “indudablemente abandonarán cuando terminen las obras” ya que veía que no había agua en el lugar para sostener una población permanente.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Antecedentes de la construcción del Ferrocarril de Sonora

Y así, llegamos a la construcción del Ferrocarril de Sonora, aunque antes es necesario resaltar que en ninguna de las concesiones que cito adelante se estipulaba que la vía pasaría por Los Nogales. El paso por aquí fue consecuencia de circunstancias que veremos en artículos posteriores.

El cimiento ideológico de la construcción del ferrocarril en Sonora radicó en viejos proyectos en los que se mezclaban la doctrina del Destino Manifiesto, la búsqueda de acercar esta región al sistema económico estadounidense, el construir aquí un puente económico entre América y China, así como abrir la región al desarrollo.

En 1849, Hyppolite du Pasquier de Donmartin (de quien, por cierto, todas las crónicas históricas escriben mal su apellido como Doumartin) llegaba a San Francisco, atraído por el oro de California, y en 1852 publicaría un librito: “Los Estados Unidos y México: el Interés Europeo en América del Norte,” que también publicaría el New York Times.

Donmartin solicitaría al gobierno de Chihuahua una concesión para colonizar con europeos grandes extensiones de terrenos en Chihuahua y Sonora con el argumento de que así se bloquearía la penetración estadounidense. Además, pidió autorización para construir varias rutas férreas, de las que una pasaría por Sonora. Obtuvo la concesión en 1850, extendida después hasta 1853. Sin embargo, no logró su empresa, en parte porque las expediciones filibusteras a Sonora le abrieron los ojos al gobierno federal de México.

Le siguió Alejandro José de Atocha, un español que emigró a América y adoptó la ciudadanía estadounidense para radicar en Nueva Orleans. En la Unión Americana se hizo amigo de Antonio López de Santa Anna durante un exilio de Su Alteza Serenísima. Después de que éste recuperó el poder, el 15 de julio de 1854 Atocha obtenía una concesión para construir un ferrocarril de Ojinaga a Guaymas, aunque también este proyecto fracasó.

El tercer intento ocurrió en 1858, durante el gobierno de Juárez, cuando Francisco Potts y Francisco Macmanus obtuvieron una concesión en Chihuahua para construir un ferrocarril local, aunque se entendía que llegaría a Sonora, la que igualmente fracasó. Le seguiría el proyecto de Angel Trías de 1859, quien con otro proyecto igual llegó a realizar el reconocimiento de la vía desde Guaymas hasta Santa Cruz, aunque también fue cancelado.

Vendría después el interregno de Maximiliano, y al restaurarse la República, los Estados Unidos enviaron a William Rosecranz como ministro plenipotenciario ante México, quien inmediatamente empezó a organizar las empresas estadounidenses en nuestro país. Así, en 1869 el gobierno federal le concedía permiso a Julius Skitlan para construir una ruta entre Guaymas y El Paso, pero igualmente fracasó.

Ya durante el gobierno de Lerdo de Tejada, un enemigo de concesiones a estadounidenses a quien se le atribuye la frase: “hay que cultivar el desierto entre México y Estados Unidos,” el Estado de Sonora le otorgaba en 1872 permiso al Inglés James Eldredge para construir una vía entre Chihuahua y Sonora, la que nuevamente falló. En seguida, el 11 de diciembre de 1874 la Sria de Fomento le otorgaba otra concesión a David Boy Le Blair para la construcción de una vía entre Guaymas y la frontera Norte del Estado, aunque siguió la suerte de sus antecesoras.

Finalmente, después de la revolución de Tuxtepec, en la que Díaz derrocó a Lerdo gracias en no menor medida al apoyo en armas estadounidenses que le llegaban por Coatzacoalcos, la concesión anterior le fue transferida en 1877 a un Inglés, Robert Symon y al estadounidense David Ferguson. Esta tampoco prosperó debido a que el Congreso de México negó autorizarla. Fue necesario que el Presidente Díaz firmase el contrato, el 14 de septiembre de 1880 para autorizar la construcción de una vía “de Guaymas hasta la frontera norte.”

Para entonces, las obras de construcción ya habían empezado en Guaymas. Los primeros embarques de materiales llegaron a Punta de Arenas a principios de 1879, y el 17 de noviembre era probada la primera locomotora.

La reacción a la construcción del ferrocarril en el país fue diversa. El Congreso Nacional, como vimos, se había opuesto a aprobarlo por tres años. Los rancheros sonorenses hicieron lo mismo desde el principio, unos porque temían que sus terrenos les fuesen confiscados para construirlo, y otros adelantaban que se incrementaría la demanda de mano de obra.

Sin embargo, tal vez la mejor expresión de este sentimiento de duda haya sido la expresada en el periódico oficial, La Constitución, en un artículo titulado: “Quien Vencerá siempre es el Progreso:”

“Estamos en presencia de una gran y poderosa raza que, aunque amigable tiende a absorbernos. Estamos destinados a iniciar una batalla titánica, a derrotarlos con sus propias armas o a sucumbir ignominiosamente ante ellos. Sin darnos cuenta, hemos caído en el terrible dilema de Hamlet: “To be or not to be.” [en Inglés en el original] Demostrémosles a las naciones que temen ahora por nuestra nacionalidad, que al americanizarnos nos mexicanizamos más, porque cuando nos eduquemos en sus escuelas nos haremos más fuertes, respetables, y podremos defender mejor la integridad de nuestro territorio nacional.”

domingo, 13 de diciembre de 2009

La construcción del Ferrocarril en Arizona

Como he resaltado en los artículos anteriores, el cruce por Los Nogales del Ferrocarril de Sonora fue consecuencia de la pugna entre compañías ferroviarias estadounidenses que se disputaban la primacía por realizar una vía transcontinental en la Unión Americana a lo largo del paralelo 32°

En la década de 1870, las condiciones económicas y sociales de Arizona mejoraban gradualmente. La población del entonces territorio alcanzaba los 9,000 habitantes, de los cuales 3,200 eran Tucsonenses, quienes se abastecían de productos desde Sonora como ya vimos en otros artículos o, si eran importados de Europa u otras regiones, llegaban por barco a San Francisco, en donde eran trasbordados a barcos más pequeños que, rodeando la Península de Baja California, los desembarcaban en el delta del Colorado para llevarlos de allí en vapores que ascendían el Colorado hasta su confluencia con el Gila, de donde se transbordaban a carretas de mulas que los llevaban a Tucsón. Mucho de este comercio era también destinado a las minas regionales, cuyos productos y maquinaria seguían la misma ruta, pero en sentido contrario.

En 1871, el gobierno estadounidense promulgó una ley para apoyar la construcción de una línea a lo largo del paralelo 32,° porque quedaría libre de las nieves invernales que regularmente bloqueaban las ubicadas más al Norte. Para realizarla, se le dio la concesión a la Texas Pacific Railroad Company, que la construiría hacia el Oeste desde la frontera Oriente de Texas, hasta donde llegaba su vía, pasando por El Paso y de allí hasta San Diego.

Sin embargo, viendo la oportunidad que el comercio de Arizona les ofrecía, cuatro empresarios estadounidenses, dueños del Southern Pacific, idearon construir otra línea transcontinental desde California hacia el Este, a través de Arizona y Nuevo México. Es decir, en sentido opuesto a la Texas and Pacific.

La Southern Pacific, obviamente, no contaba con anuencia federal para construir una vía a través de los territorios de Arizona y Nuevo México, pero encontró que una compañía local tendría primacía sobre cualquier concesión federal para poder construir en Arizona, y así empezaron el proceso de incorporación de una con esas condiciones. Para entonces, en enero de 1877, el diputado de Arizona, Esteban Ochoa, el mismo que mencioné en el artículo anterior como dueño de una línea de diligencias entre el Río de Sonora y Tucsón, introdujo una propuesta de ley para permitir la construcción de una vía férrea a través del territorio de Arizona, que se convirtió en ley del Territorio en febrero siguiente.

El 30 de septiembre de ese 1877 la Southern Pacific concluyó un puente sobre el Colorado, y los primeros trenes llegaron a Yuma, Arizona. Vino después un alto en la obra cuando surgió otra complicación. Otra compañía más, la Atchison, Topeka and Santa Fe Railroad Co., que tenía construida su vía desde Chicago hasta el Norte de Nuevo México, intervino con otro proyecto más: una línea férrea que, en vez de atravesar de Este a Oeste a Arizona y Nuevo México, lo haría desde el término de su línea en Nuevo México hasta el puerto mexicano de Guaymas. Para lograrlo, se constituyó en México la Compañía del Ferrocarril de Sonora, que obtuvo una concesión mexicana para construir una línea “de Guaymas hasta la frontera norte.” (Más abajo aparece un mapa interactivo de ambas líneas ferroviarias)

Para octubre de 1878 se organizó la Southern Pacific of Arizona, que en noviembre reanudó la construcción de la vía sobre el territorio arizonense: para abril de 1879 llegaba a Gila Bend, en mayo a Casa Grande, y en marzo de 1880 a Tucsón.




Al mismo tiempo, la Atchison, Topeka & Santa Fe a través de su subsidiaria, la New Mexico and Arizona RR. Co construía su línea desde el Norte de Nuevo México rumbo a la frontera con México, mientras que la Texas and Pacific hacía lo propio desde el Este, todavía en Texas. Sólo quedaba por definirse en qué parte de la frontera se encontrarían la AT&SF con la que su filial, el Ferrocarril de Sonora, construía desde Guaymas hacia el Norte, así como el punto en donde se cruzarían con las del Southern Pacific y de la Texas and Pacific.

Haciendo un paréntesis en esta crónica, merece recordar aquí una anécdota sobre cuando el tren finalmente arribó a Tucsón. Aprovechando la ocasión, el Mayor Leatherwood le envió un telegrama al Papa León XIII. Le hacía saber que Tucsón, cuya antigüedad se remontaba a más de tres siglos, finalmente había quedado comunicado con el resto del mundo y le pedía su bendición. No se sabe con certeza qué sucedió, ya que poco después se recibía un telegrama que decía:

“Su Santidad reconoce con apreciación el recibo de su telegrama informándole que la antigua ciudad de Tucsón finalmente ha quedado conectada con el resto del mundo y les envía su bendición. Sin embargo, para satisfacer su conciencia les preguntaría: ¿En dónde demonios queda Tucsón?”

domingo, 6 de diciembre de 2009

Las Líneas de Diligencias antes de la construcción del Ferrocarril de Sonora

Ya vimos cómo, para controlar el contrabando hacia Sonora, se establecieron las aduanas fronterizas de Quitovaquito, Sásabe, Los Nogales y Palominas en 1880, aprovechando que eran lugares despoblados y estratégicos de la frontera misma. Es decir, desde antes de la fundación de sus poblaciones, toda esta región fronteriza ya se regía por procesos no sólo locales sino también extraterritoriales: respondía a condiciones originadas afuera de la misma.

Igualmente, para comprender en forma cabal la construcción del ferrocarril a través del entonces despoblado Paso de los Nogales, es necesario entender que esta obra obedeció a factores extraterritoriales que cubriré en varios artículos.

De la misma manera, el surgimiento de poblaciones fronterizas, como Nogales, no fue resultado de las aduanas, del ferrocarril, de condiciones locales o aún puramente mexicanas. Obedeció a razones internacionales, carencia de perspectiva de que adolecen todas las historias de nuestra frontera hasta hoy.

San Luis, Sonoyta, Sásabe, Nogales, Cananea, Naco y Agua Prieta no eran entonces centros de población sino algunos de ellos meras estaciones de remuda de animales en las líneas de diligencias. Entre estas últimas, estaba la línea de diligencias de Juan Moreno, que salía de Altar los lunes y jueves a las 5 AM, llegando a Santa Ana a las 5 PM, para regresar los días siguientes; de Altar a Caborca los viajes eran domingos y miércoles. Cobraba $5. Otra línea, de Miguel Pompa que, partiendo de Altar y siguiendo hacia el Norte, llegaba a Tucsón. Antonio Varela tenía otra entre Hermosillo y Tucsón. Había otras más entre Hermosillo y Altar y entre Hermosillo y Magdalena. Por Los Nogales cruzaron primero la de Varela y, al cerrarse ésta, le siguió otra de José Pierson. Más al Oriente estaba la del Río Sonora a Tucsón, de Esteban Ochoa, que cruzaba la frontera cerca del rancho de Palominas, aunque la estación de remudas se encontraba en Ochoaville (actual Palominas, Arizona).

El arquetipo que el cine y la ficción nos ofrecen de los viajes de diligencias: un adormecedor y bucólico bamboleo producido en los viajeros, es mera ficción. Baste leer lo escrito por uno de esos viajeros para comprobarlo:

“la diligencia tenía tres asientos, ocupados por nueve pasajeros. Debido a que los ocupantes de los asientos frontal y de en medio quedaban frente a frente, era necesario que estos seis individuos entrelazaran los pies; y como había sólo espacio adentro para diez de los doce pies, cada lado de la diligencia iba adornada con un pie que a veces colgaba cerca de la rueda y a veces trataba vanamente de encontrar apoyo… [y la valija] pesada de correos que aplastaba la parte trasera, nos mantenía a los que íbamos en el asiento delantero constantemente inclinados hacia adelante, quitándonos todo apoyo de nuestras espaldas, haciendo el descanso imposible” Y así continuaban viajando de día y de noche, a veces por varios días o semanas, dependiendo de sus destinos, sufriendo “la fatiga del viaje ininterrumpido de día y de noche en esa diligencia hacinada, en las posiciones más incómodas, lo que nos empezaba a afectar seriamente a todos los pasajeros, produciendo una condición que se acercaba a la locura… En algunos pasajeros esta manía temporal se desarrollaba a tal grado que por su propia seguridad y la de los demás pasajeros se hacía necesario dejarlos en la estación más cercana, en donde el sueño comúnmente los restauraba, antes de la llegada de la próxima diligencia la siguiente semana… ejemplos han ocurrido que algunos viajeros han brincado de la diligencia en esta condición y caminado hasta morir de sed en el desierto.”

El ferrocarril, que vino a sustituir a muchas de estas líneas de diligencias, se había iniciado en los Estados Unidos en la década de 1830, y para la siguiente había sólo 2,800 millas en todo el país, aunque para los 1850´s se alcanzaban las 9,000. En México, esa década de 1850 vería también las primeras locomotoras circulando en el centro del país. Sin embargo, el sueño de abarcar la mayor parte del territorio nacional con ferrocarriles tendría que esperar su inicio a la década de 1880. Ese año había en nuestro país apenas 670 Km de vías, aunque para cuando comenzaba la revolución se llegaban a cerca de 25,000 Km, la mayoría realizados por compañías extranjeras; entre éstas, la que construyó el Ferrocarril de Sonora entre Guaymas y el entonces “punto de Los Nogales,” aún despoblado.

Hubo varios factores ideológicos y económicos detrás de la construcción de la red ferroviaria estadounidense en el suroeste de la Unión Americana, que en la mente de muchos comprendía también el Noroeste de México: para impulsar el comercio con China, que había sido la misma idea que motivara los viajes del misionero Pimalteño: Eusebio Francisco Kino, para mejorar las comunicaciones militares estadounidenses, para desarrollar la economía de los Estados del Sur y, en el caso de Sonora con la construcción del ferrocarril de Guaymas a Nogales, como resultado de las pugnas entre diversas compañías estadounidenses para terminar una ruta transcontinental a lo largo del paralelo 32.°

domingo, 29 de noviembre de 2009

El establecimiento de la Aduana en Los Nogales en 1880

La semana pasada cubría la década de 1870 en la región. En este y los siguientes me detendré más en los detalles, ya que se requieren más pormenores para cubrir la siguiente década, la de la fundación de Nogales.

En este en particular tocaré el establecimiento de la Aduana de Nogales. En lo general, el establecimiento de la aduana fue el resultado de un cambio generacional que se dio en Sonora y en México a finales de la década de 1870. Como hemos visto, el Gral. Ignacio Pesqueira García había regido los destinos de Sonora desde fines de la década de 1850, y en los setenta buscaba perpetuarse en el poder contra una nueva generación de sonorenses con ideas nuevas, con nuevas fórmulas de desarrollo. Sin embargo, no lo logró y fue derrocado por esa nueva generación. Al mismo tiempo, también los destinos del país cambiaron cuando subió al poder Porfirio Díaz tras la rebelión de Tuxtepec en 1876.

En lo particular, como vimos en el artículo anterior, el establecimiento de la aduana fue una respuesta del gobierno a la intensificación gradual del contrabando introducido a Sonora, propiciado por la construcción del ferrocarril a través del Sur de Arizona.

Uno de los problemas del viejo orden era que las aduanas mexicanas en la frontera de Sonora habían sido establecidas en las poblaciones más cercanas a ésta; así, la burocracia aduanera podía afectar a, y ser afectada por los vaivenes de la política local al convivir con lo que sucedía en ellas.
No es casual, por ejemplo, que quienes iniciaron y dirigieron la rebelión en 1875 contra el gobierno de Pesqueira hayan sido precisamente los administradores de las aduanas existentes entonces: Puerto Libertad, Magdalena y Altar: Francisco Serna, Manuel Barreda y Francisco del Río respectivamente.

Tampoco es casual que tras el derrocamiento de Pesqueira y de su sucesor, Vicente Mariscal, el nuevo Gobernador fuese Francisco Serna, nativo de Pitiquito, quien había participado en la lucha contra el Imperio, además de desarrollar una fortuna en la minería. Al ascender al poder, Serna escogió como su Secretario de Gobierno a Ramón Corral, uno de los principales ideólogos de las entonces nuevas fórmulas de desarrollo sonorense, y así inició el despegue de la carrera política de Corral, quien puso las bases del nuevo orden socioeconómico en el Estado con el reordenamiento geográfico de la base del poder estatal al cambiar la capital del Estado, de Ures a Hermosillo.

Por entonces, una de las principales experiencias de la terrible guerra Apache había sido que éstos cometían sus tropelías en Sonora para después buscar el santuario de Arizona, receta a la que también acudieron quienes se levantaban en armas contra el gobierno de Sonora, Francisco Serna y Ramón Corral entre otros.

Esta experiencia mostró que era necesario establecer nuevas aduanas federales en la frontera misma para controlar el contrabando más eficientemente, y que fuesen ubicadas en lugares despoblados para desalentar la participación de sus funcionarios en movimientos rebeldes de los poblados en que estuviesen. Se buscaba, como dijera el eslogan: “más administración y menos política.”

Así fue cómo en una sucesión de decretos firmados por el Presidente Díaz el 2 de agosto de 1880, fueron establecidas las aduanas de Quitovaquito, Sásabe, Los Nogales y Palominas. Es decir, a lo largo de toda la frontera de Sonora con Arizona y en lugares despoblados, inmediatos a la frontera misma y en sitios estratégicos para combatir al contrabando (Ver el mapa interactivo). De todas ellas, sólo las de Sásabe y Nogales evolucionarían hacia centros de población, y únicamente la de Nogales cumpliría con las condiciones necesarias para ser, con el paso de los años, una población como la que se ha convertido actualmente.




El personal de cada aduana establecida entonces fue de 15 celadores al mando de un cabo, encargados de recorrer la zona de su jurisdicción para combatir el contrabando. Además, en cada cabecera aduanal habría un Administrador, un Oficial Migratorio y un escribiente.

Los empleados aduanales llegaron a Guaymas en el vapor Newbern el 15 de agosto, y Jacobo Andonaegui fue asignado al desierto rancho de Los Nogales. Aquí levantó su tienda de campaña el 11 de octubre a la sombra del acantilado de la actual Calle Elías, a un lado de la mojonera erigida en 1855 por William Emory.



Pero otros problemas más preocupaban entonces al Norte de Sonora: Brígido Reyes, quien intentaba derrocar a Díaz, al mando de unos 60 hombres había invadido esos mismos días de agosto el pueblo de Magdalena, apresado a los principales ciudadanos del lugar, entre quienes se encontraban José Pierson, Miguel Latz, Francisco Padrés y el Padre Molina, a quienes exigió $10,000. Sólo los liberó cuando le dieron el dinero, perteneciente a la Aduana de Magdalena que estaba por cerrar al ser reemplazada por la de Los Nogales.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Los Nogales, el Norte de Sonora y Sur de Arizona en la Década de 1870

La década de 1870 se puede entender en dos dimensiones en esta región: la política, con una serie de levantamientos armados en Sonora, primero contra el gobierno de Ignacio Pesqueira y luego contra su sucesor, Ignacio Mariscal; y la económica, cuando asciende Porfirio Díaz por primera vez a la Presidencia de la República en 1876 e inicia el despegue económico de México y de Sonora, lo que lleva a la fundación de Nogales en la siguiente década.

Durante esos años los apaches continuarían sus asaltos. Tan sólo en 1870 mataron 123 sonorenses, hirieron a 44 más y capturaron siete para un Sonora que alcanzaba apenas una población de unos 110,000 habitantes.

En 1872 llegaba a Arizona el General George Crook, quien utilizó el efectivo método de emplear exploradores también apaches para perseguir a los rebeldes, aunque estableció reservaciones indígenas en la frontera con México, por lo que los apaches continuaron realizando sus atropellos en Sonora para luego buscar el asilo del territorio estadounidense. Debido a las protestas del gobierno de Sonora, Crook intentó evitar estas depredaciones y cambió a los apaches a la reservación de San Carlos, ubicada más al Norte en Arizona. Este y otros factores llevaron a que a lo largo de esa década los asaltos apaches fueran disminuyendo en Sonora.

Por otro lado, la estabilidad que trajo el Porfirismo propició el florecimiento del comercio internacional durante esa década entre el entonces Territorio de Arizona y Sonora. En la región se encontraban las aduanas de Magdalena y Altar en México, y de Calabazas (actual Río Rico) en Arizona. Magdalena y Altar fueron escogidas por ser lugares poblados aunque se disminuía su efectividad por estar algo alejadas de la frontera. Calabazas, por otro lado, tenía la ventaja de que allí confluían dos caminos: el que procedente de Santa Cruz y de los ríos San Miguel y Sonora seguía a lo largo del río Santa Cruz pasando por Calabazas, y el que llegando de Magdalena y más al Sur, remontaba el paso de Encinas para atravesar luego el desierto rancho de Los Nogales y pasar también por Calabazas.

Lo inadecuado de la ubicación de las aduanas de México para controlar el contrabando, a lo que debemos agregar la construcción en el Sur del Territorio de Arizona del ferrocarril transcontinental que en 1877 llegaba a Yuma, para 1879 a Casa Grande y en 1880 a Tucsón, incrementaron el contrabando hacia Sonora de infinidad de artículos.

Para tener una idea de este comercio ilegal, vemos que en una confiscación realizada en marzo de 1880 fueron detenidas en Magdalena 25 libras de chocolates, 12 libras de azúcar refinada, 15 de nueces y 9 de fruta seca, mientras que en otro hecho en diciembre en el mismo lugar se detuvieron 6,813 yardas de tela de algodón y 1,627 yardas de tela lisa, además de varias docenas de pantalones, zapatos, calcetines y ropa interior. En Sásabe, también por entonces fue confiscado un cargamento que nos ilustra sobre los gustos de los sonorenses ricos de entonces: 25 libras de azúcar refinada, 20 cajas de frutas secas en caja, 24 cajas de jamones ingleses, 6 cajas de café, 11 libras de carnes inglesas y 3 de sardinas, además de 25 libras de arroz.

A pesar de la actividad de los celadores mexicanos, el contrabando detenido era mínimo comparado con los productos que lograban ser introducidos ilegalmente a nuestro Estado, como lo reconocía el informe del cónsul estadounidense en Guaymas, quien informaba que sólo en 1879 cuatro quintas partes de los productos de lana y algodón usados en Sonora habían sido introducidos en contrabando al Estado. Es claro que mucho de éste comercio ilegal pasaba por el desierto Arroyo Los Nogales y por otros puntos, entonces despoblados y desprotegidos de la frontera de México con Arizona.

Por otro lado, esa misma década empezó el desarrollo de las minas en el Sur de Arizona con los descubrimientos en 1877 del yacimiento de plata de Tombstone y el de cobre de Bisbee. Tombstone, por ejemplo, para 1881 tenía más de 7,000 habitantes, igualando a Tucsón, y para 1882 alcanzaba entre 10 y 14 mil, lo que a su vez incrementó aún más el movimiento internacional de personas y productos por la frontera entre Sonora y Arizona.

En esta región del actual Municipio de Nogales, y como prólogo de esa bonanza minera, en 1873 tomaba posesión en el mineral de Planchas de Plata, ubicado a unos 25 Km al suroeste del actual Nogales, un ayuntamiento encabezado por Modesto Bórquez como Presidente; Regidor I: Isidro Estrella; Regidor II: Francisco Gallego; y su Suplente fue Ramón Inclán; Juez Local Propietario: Jesus Quintanar y su Suplente fue Tiburcio Jaime, aunque la suerte que tuvo esa nueva población estaba ligada a la de la mina del mismo lugar y nombre, y al agotarse el mineral superficial el lugar regresó nuevamente al olvido de los tiempos. Sólo quedó por entonces habitado el cercano rancho de la Arizona, de Guillermo Barnett.

martes, 17 de noviembre de 2009

Los Nogales y la región del Norte de Sonora y Sur de Arizona en la década de 1860

Nogales, en la década de 1860, estaba abandonado. Una descripción del lugar, hecha por unos viajeros estadounidenses que cruzaron desde el Norte por aquí en 1864, además de su referencia al Destino Manifiesto y su mención de los “sonoreños,” como se nos llamaba entonces, nos informa cómo era la cañada entonces:

“La travesía de este día por el valle de Nogales fue uno de las más placenteras de nuestro viaje. Cada milla que recorríamos, el terreno mejoraba en hermosura y fertilidad. La hierba que llegaba al hombro de nuestros caballos cubría todo el valle, y los cerros se encontraban vestidos con exuberantes bosques de encinas.



Nos detuvimos un rato en la línea fronteriza para examinar el monumento erigido por el Coronel Emory en 1855. Queda muy poco de él, salvo un deforme montón de piedras. Bandas vagabundas de sonoreños, en su odio de todo lo estadounidense lo han mutilado indudablemente como expresión de antipatía nacional. Esta gente dice que nunca consintieron en la venta de ninguna porción de Sonora, y todavía consideran a Arizona como legítimamente parte de su territorio.”

Pero no sólo el valle de Los Nogales estaba abandonado. También los ranchos situados a lo largo del río Santa Cruz, a pesar de su fertilidad, habían corrido la misma suerte por los constantes asaltos Apaches.

En la crónica ya citada, escrita por Ross Browne, describe un asalto Apache ocurrido entonces cerca del actual poblado de Los Picos a un grupo encabezado por Sam Butterworth. Iban los viajeros de San Lázaro a Tubac, siguiendo el río Santa Cruz:

“…un poco más allá del rancho desierto de Santa Bárbara, cuando una banda de Apaches, unos veinticinco o treinta, los atacaron desde los matorrales que bordean el lecho del río Santa Cruz. Tan pronto como aparecieron los indios, empezaron a gritar como demonios, disparando sus rifles y flechas, evidentemente con la idea de provocar confusión en el primer momento del ataque. Butterworth les ordenó a sus hombres que se quedaran en los vagones, diciéndoles que podrían derrotar fácilmente a los Apaches.

Los vagones fueron llevados a un mesquite, un poco a la derecha del camino para amarrar los animales. Mientras, los indios habían salido de su emboscada e incendiado la alta y seca hierba. Las llamas barrieron sobre los vagones tan rápidamente que fue necesario abandonar el abrigo del árbol y subirse a una meseta que había a unas 200 yardas de distancia, en donde se tuviera una posición ventajosa para pelear. Justo en el momento en que llegaban a este punto, con los indios gritando alrededor, la hierba fue incendiada de nuevo viento arriba y las llamas se les echaron encima. Butterworth se quedó en un vagón, armado con una escopeta de doble barril con la que mantuvo a raya por algún tiempo a los indios. Luego, cubriéndose con el humo, se alejaron de los vagones. Janín se lanzó hacia una cañada y se escondió, y Butterworth se parapetó detrás de un mesquite, en donde se decidió a hacerles frente como pudiera. Los Indios incendiaron la hierba nuevamente y las llamas se le echaron encima, obligándole a treparse al árbol por seguridad, quemándole aún así parte de los pantalones…”


Como los Apaches únicamente buscaban quedarse con lo que llevaban los viajeros, se dedicaron a saquear los vagones, olvidándose de éstos. Después, Janín y Butterworth, que se habían separado, se dirigieron a Santa Cruz a buscar auxilio. Janín, que conocía el terreno lo logró, aunque Butterworth se perdió y Don Joaquín Comandurán salió de Santa Cruz a buscarlo, rescatándolo a la altura del actual puente del ferrocarril sobre el río.

Un año después, el Gobernador Ignacio Pesqueira era derrotado cerca de Guaymas por los invasores franceses, lo que desencadenó una serie de protestas de conservadores contra él en todo Sonora. Pesqueira le entregó el Gobierno al Gral. Jesús García Morales en Cananea y se fue al exilio en Arizona, siguiendo a lo largo del río Santa Cruz.

El Cap. Calderwood le permitió acampar en la confluencia del Arroyo Los Nogales con éste, 12 Km al norte del actual Nogales, Arizona, en un lugar que desde entonces se llama Pesqueira Canyon. Su esposa, Ramona García Morales, se había mojado cruzando el río Santa Cruz, crecido por una tormenta, y contrajo neumonía; murió el 25 de octubre y fue enterrada en Tubac. La pena de sus infortunios le causaron a Pesqueira una congestión cerebral y luego una enteritis que le impidió moverse por varios meses. No fue sino hasta 1866 en que Sonora fue recuperada de los franceses, terminando, así, el Imperio en Sonora.

Hoy, es muchísimo lo que todo ha cambiado: el lugar donde acampó Pesqueira está cubierto de casas; desde Nogales se llega en cosa de minutos al sitio en que Butterworth fue emboscado, y el entonces desierto Valle de Nogales se ha transformado en la más importante ciudad de la frontera de Sonora.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Los Nogales, el Norte de Sonora y el Sur de Arizona en la Década de 1850

La semana pasada hablaba del Tratado de la Mesilla, cuando el rancho de Los Nogales quedó dividido entre dos naciones. También toqué el tema de las expediciones filibusteras a Sonora y de la pequeña bonanza económica que trajo el desarrollo de minas en el Sur del territorio de Arizona durante la segunda mitad de la década de 1850. En este artículo voy a hablar sobre la situación en el rancho de Los Nogales entonces así como en el norte de Sonora.

Las casas del rancho se encontraban en el actual Nogales, Arizona, en inmediaciones del puente a desnivel de donde parte el camino a Patagonia. En el Norte de Sonora había los poblados de Magdalena, San Ignacio, Imuris y Cocóspera, así como los ranchos de Nogales y Cíbuta; mientras que en el territorio recién adquirido de Arizona estaban la aduana estadounidense en Calabazas (hoy Río Rico), Tubac, Tumacácori, Tucsón, el fuerte militar Buchanan y las minas de Santa Rita y Mowry.

El surgimiento de las minas del Sur de Arizona había provocado una pequeña bonanza en los pueblos fronterizos de Sonora durante esos años: trigo de Cucurpe alimentaba a los soldados de Fort Buchanan, otros productos de Santa Cruz se vendían en la mina de Mowry, y por Los Nogales pasaban carretas sonorenses cargadas de harina, frijol, fruta, carne seca y panocha que eran vendidos en Tubac y en otras minas situadas al norte de Los Nogales. Más del 80% de los mineros de la mina de Tubac, y 90% de los de Mowry también cruzaban la nueva frontera en Los Nogales, procedentes de Cucurpe, Magdalena, Imuris y otros pueblos del Norte de Sonora.

Sin embargo, las expediciones filibusteras de esos años vinieron a trastrocar ese desarrollo. La de 1857, de Henry Crabb, causó las peores consecuencias para nuestra región. Como recordamos, un grupo de filibusteros encabezados por el abogado estadounidense, Henry Crabb, planeaba reunir un millar de estadounidenses para colonizar el Norte de Sonora, y para ello reclutó a colonos así como a aventureros y evasores de la ley en California por delitos cometidos durante la fiebre del oro.

Después, se dirigió a tomar Caborca, aunque en el recuerdo de los sonorenses estaba viva la pérdida de terreno por el Tratado de la Mesilla, así como por los desmanes que habían cometido los grupos de anglos que habían pasado por esa región camino a la bonanza del oro de California. Así, los filibusteros fueron rechazados, derrotados y muertos por los caborquenses el 6 de abril de 1857.

En seguida, muchos de los seguidores de Crabb decidieron establecerse en la región del Sur del Territorio de Arizona. Entre ellos había muchos de los delincuentes de California, a quienes los colonos estadounidenses establecidos en la región conocían como los “filibusteros.” Eran hombres como John Page, Bill Ake, Robert Phillips, etc, y estaban decididos a vengar la muerte de Crabb.

El primer problema surgió dos meses después de los hechos de Caborca, el 27 de junio, cuando una caravana de unas cuarenta y cinco mulas del comerciante de Magdalena, Francisco Padrés, regresaba a México después de vender su carga de harina al fuerte Buchanan, al Noreste de Los Nogales. Pasaron por un bosquecito de enormes encinos negros que se hallaba cerca de las casas del rancho, y un poco más al sur por un lado de la mojonera que marcaba la frontera, para continuar por el vallecito en donde actualmente se encuentra el centro de Nogales, Sonora. No se dieron cuenta que cinco forajidos de los llamados “filibusteros” los seguían, y más o menos a la altura de la actual Plaza Hidalgo les dieron alcance, disparándoles y matando a algunos de los mexicanos que llevaban las mulas. Se robaron la plata en que se había vendido la harina y huyeron a Arizona a esconderse cerca de Tucsón.

Al saber esto, los demás colonos de Arizona le dieron aviso al Mayor Enoch Steen, del fuerte militar, quien arrestó a algunos de los bandoleros, aunque poco después los tuvo que liberar, ya que la jurisdicción militar no comprendía esos delitos. Ese fue sólo el principio: los meses siguientes vendría una serie de ataques y contraataques entre “los filibusteros,” y mexicanos, que llevaron a que los obreros sonorenses abandonaran, temerosos, las minas y huertas de Arizona, y éstas tuvieron que cerrar.

Pero no fue eso todo. También por entonces el Tte. George Nicholas Bascom apresó y luego ahorcó al hermano del jefe Cochise, en represalia por un asalto al rancho de John Ward (situado entre los actuales Nogales y Patagonia) en donde había sido secuestrado un niño. Esto provocó la conocida como Guerra Apache, que duraría 25 años, que vino a agravar aún más la situación en la nueva frontera. Los Elías, dueños de Los Nogales, regresaron a Imuris para protegerse, y las casas del rancho Los Nogales quedaron desamparadas.

viernes, 30 de octubre de 2009

Los Nogales, la Medición de la Frontera y la fama del lugar

Este es el cuarto artículo de la serie: Nogales, de la Independencia a la Revolución, que presento a propósito del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución que estamos conmemorando:

El Tratado de la Mesilla, aprobado el 25 de abril de 1854, definió la nueva frontera entre México y los Estados Unidos en la región aledaña al actual Nogales de la siguiente manera: viniendo desde el Este y “…siguiendo el paralelo de 31° 20', hasta el 111° del meridiano de longitud Oeste de Greenwich; de allí, en línea recta a un punto en el río Colorado, veinte millas inglesas abajo de la unión de los ríos Gila y Colorado…”

Para medirla, en mayo de 1855 llegaba desde El Paso al rancho de Los Nogales el Comisionado Estadounidense, William H. Emory. Le debería acompañar, aunque no pudo, su contraparte por México, José Salazar Ylarregui: Nuestro país estaba entonces inmerso en el que sería último derrocamiento de Santa Anna, Salazar no recibió recursos para su parte de la expedición, y la medición no fue verificada por México.

Así, Emory se encargó de delimitar, sólo, la nueva frontera. Pasó varias noches en Los Nogales midiendo la latitud 31° 20,' y halló que ésta se encuentra en el punto que marca un cambio de rumbo en el cauce del arroyo, al pie de un acantilado (el de la actual Calle Elías), en donde erigió una mojonera de piedras.



Luego determinó por triangulación que el paralelo 111,° el punto de donde partiría la línea diagonal hasta el río Colorado, estaba a unos 12 Km más al Oeste, en done levantó otra mojonera. Así fue cómo el Rancho Los Nogales quedó dividido en dos por el nuevo límite internacional.
La región vería por entonces un breve surgimiento en expediciones filibusteras y minería. La causa de este interés por la región: la fama que conservaba desde la Colonia un lugar ubicado dentro del actual Municipio de Nogales, a unos 20 Km al Suroeste de esta población. Su nombre: Planchas de Plata.

En 1736 habían sido descubiertas, a flor de tierra, enormes lozas de plata pura en un lugar cercano a la visita misional de La Arizona. La mayor pesó alrededor de una tonelada, pero la polémica de si era un tesoro enterrado o un yacimiento natural, junto con el peligro Apache, obligaron a abandonar el lugar. De cualquier manera, su renombre se conservó como rescoldo a través de los años, esperando la oportunidad para resurgir. Esta la proporcionó el Tratado de la Mesilla.

El primer intento para renacer Planchas de Plata de La Arizona fue el del Conde Gastón Raousset de Boulbon, quien con el pretexto de explotarla intentó apoderarse de Sonora, terminando su aventura filibustera en Guaymas en 1854, como ya sabemos. Otro, Henry Crabb, con el mismo pretexto trató de tomar Caborca en 1857 y también murió en su tentativa; ambos rechazados por los sonorenses.

Por entonces, llegaron mineros estadounidenses y europeos al territorio recién adquirido por los Estados Unidos, atraídos también por la fama de La Arizona, quienes buscaron explotar las riquezas minerales de esa región recién adquirida que, en su imaginación, era donde se encontraban aquellas legendarias minas de la época colonial. Así fue cómo el Estado de la unión americana adquirió su nombre actual: Arizona.

En 1856, Charles D. Poston y Samuel Heintzelman organizaron una compañía minera, la Sonora Exploring and Mining Co. Establecieron su cabecera en el antiguo Presidio de Tubac, lugar que debido al Tratado de la Mesilla había pasado al dominio estadounidense, y empezaron la búsqueda de minerales, trabajando yacimientos cerca de Arivaca y Tubac.

Para 1857, el ejército estadounidense estableció un fuerte contra los Apaches en Calabazas (Río Rico de hoy); su protección hizo que “los granjeros de Imuris, Magdalena y San Ignacio, en Sonora, mejoren vendiendo alimentos a sus vecinos militares justo cruzando la línea.” Todo este comercio pasaba por Los Nogales, lo mismo que los obreros mineros que, llegando de lugares como Cucurpe, Magdalena, Cocóspera, Altar y hasta Onavas, cruzaban libremente la nueva frontera para trabajar en las minas del territorio. Pero también otros sonorenses, apellidos como Elías, Moreno, Ochoa, Padrés o Pompa, invirtieron en minas en Arizona o en negocios de transporte transfronterizo usando diligencias. Había la urgencia de comunicar, no los medios adecuados.

Sin embargo, esta bonanza no duró. En la década de 1860 resurgieron los asaltos Apaches. En la nación vecina empezó la Guerra Civil y el fuerte militar del Sur de Arizona fue desmantelado, dejando desamparados a rancheros y mineros que debieron cerrar sus empresas; en Sonora, el imperio de Maximiliano provocó otra crisis política y económica. Esta combinación de hechos llevó a que el rancho de Los Nogales volviese, al menos por unos años, a quedar sólo al morir el comercio internacional que le había dado vida al lugar.

viernes, 23 de octubre de 2009

Los Nogales y el Tratado de la Mesilla

Para cuando José Elías adquiere el rancho de Los Nogales en 1843, o sea el lugar en donde actualmente se encuentra la ciudad de Ambos Nogales, los antiguos terrenos misionales de la Pimería Alta sufrían de un proceso gradual de cambio de dueños.

Este proceso se había agravado cuando el comandante militar de Sonora, Mariano Paredes Arrillaga, ordenó que los misioneros franciscanos nacidos en España fuesen expulsados de Sonora en 1828. La región más afectada por esta disposición fue la Pimería Alta, ya que aún se conservaba aquí el régimen misional, y así fue cómo en toda la Pimería Alta únicamente quedaron dos misioneros: Rafael Díaz (a cargo de Cocóspera, Tumacácori, San Xavier del Bac, y los presidios de Santa Cruz, Tubac y Tucson), y José María Pérez Llera (San Ignacio, Tubutama, Oquitoa, Caborca y sus visitas). Al quedarse solas muchas de las misiones, el Gobierno nombró a Luis Redondo y a Fernando Grande para administrar los terrenos misionales. Y aunque esos terrenos habían producido abundantes ganancias, ya que por ejemplo, antes de la expulsión, en Cocóspera se habían llegado a herrar 10 mil cabezas de ganado en un año, o que Fray Narciso Gutiérrez, fallecido el 13 de diciembre de 1821 en la misión de Tumacácori, Sonora, llegó a prestarle a las cajas reales de Arizpe la cantidad de 22 mil pesos, las temporalidades, como se les llamaba a los terrenos misionales, fueron quedando abandonadas al no haber misioneros a cargo de administrarlas.

Así fue cómo estas tierras cambiaron de dueños: Unas, rentadas por criollos que eventualmente se convertirían en sus dueños; otras compradas debido a que los indígenas también gradualmente habían ido desapareciendo. De esta manera se realizaba un proceso en que la propiedad comunal indígena desaparecía y era sustituida por la propiedad individual de la tierra.

En el caso de Los Nogales, José Elías había adquirido terrenos baldíos, no pertenecientes a ninguna misión, ya que limitaban al Sur con su otro rancho, Casita, mientras que al Norte limitaban con los terrenos de la antigua estancia ganadera de Calabazas (hoy Río Rico), perteneciente a la misión de Tumacácori.

Fueron esos los peores años que haya visto Sonora. Poco después de 1843, año en que José Elías adquirió el rancho Los Nogales, sobrevino la guerra de Estados Unidos contra México (1846 a 1848) y al concluir ésta, el Tratado de Guadalupe-Hidalgo estableció una nueva frontera de Estados Unidos con nuestro País. El nuevo límite fue fijado en nuestra región siguiendo a lo largo del río Gila (en donde actualmente se encuentra Phoenix, que entonces no existía).

A esos problemas se le agregó la crisis económica derivada de la derrota y pérdida territorial por la guerra, además de la inestabilidad social producto de las contiendas entre Conservadores y Liberales, pero tal vez el mayor impacto lo hayan causado los continuos asaltos apaches.

Por otro lado, en 1848 iniciaba la llamada bonanza del oro de California que llevó a que, atraídos por el brillo del áureo metal, miles de sonorenses abandonaran nuestro territorio, lanzándose en la búsqueda de sus fortunas. José Elías también siguió esta corriente humana, y en marzo de 1849 partía de Altar rumbo a California.

Mientras esto sucedía, los Estados Unidos buscaban una ruta que estuviese libre de las nieves invernales para construir una ruta ferroviaria transcontinental y, claro, nuestra región era idónea para ello.

La nación vecina envió ante el Gobierno de México a James Gadsden para negociar la adquisición de más territorio, y tras difíciles negociaciones logró lo que en México conocemos como el Tratado de la Mesilla, o sea comprar el territorio ubicado desde el actual Phoenix hasta la frontera actual, a cambio de $10 millones (unos 236 millones de dólares actuales), el que fue ratificado el 25 de abril de 1854. De esta manera, la frontera en la región del rancho Los Nogales quedó definida por el paralelo 31° 20”

José Elías, que para entonces ya había regresado a Sonora desilusionado de su viaje a California, al saber de esta adquisición territorial, nuevamente acudió el 12 de octubre de 1854 a la Tesorería Departamental buscando, y obtuvo, una constancia de la legalidad de su posesión, ya que, aducía:

“… Mis papeles del rancho de La Casita tienen los re-quisitos que requiere el Art. 6 del reciente tratado de La Mesilla para que el Gobierno norteamericano respete los que queden dentro del territorio que le ha cedido nuestro Gobierno. Y como pueda ser que mi relacionado rancho sea de los comprendidos en esa línea por estar situado poco más o menos en el grado 31 de latitud Norte, quiero, para evitar enteramente todo motivo de cuestión, tener una constancia de que está registrado o anotado en uno de los archivos de tierras de la República, como lo es el que existe a cargo de esa Tesorería…”.

jueves, 15 de octubre de 2009

Inicios del Rancho Los Nogales

Como les prometí la semana pasada, en este artículo continúo desarrollando la historia de Nogales en su relación con el bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución, que estamos a punto de conmemorar.

El rancho de Los Nogales comenzó 20 años después de la consumación de la Independencia de México, cuando Santa Anna detentaba el poder nacional y la República seguía el régimen centralista. Fue entonces, el 6 de marzo de 1841 cuando José Elías se presentó en la Jefatura de Hacienda del Departamento de Sonora, ubicada en Arizpe, pidiendo “la remedida del terreno que comprenda el rancho La Casita, como para la mensura de los huecos y valdíos (sic) que necesitamos” Su familia, decía, haba poseído Casita por casi 100 años para entonces, y necesitaba esas demasías y baldíos para criar ganado.

El Gobierno del Departamento accedió a la petición, ordenando la remedida del terreno de su propiedad “conforme la pide, y también la medida de los baldíos que denuncia, previos los requisitos que son de estilo para su remate, formándose expedientes separados para ambas operaciones.” Es decir, ordenaba la formación de dos expedientes diferentes: Uno para el rancho La Casita y el otro para los baldíos, que se convertirían con el tiempo en Los Nogales. Hay que recordar aquí que por entonces todo el actual Estado de Arizona era parte de México y de Sonora.

Se nombró a don Francisco Navamuel para dirigir la medición del terreno, quien escogió como punto de partida la mojonera central Norte de Casita, que se encontraba en el Puerto de Encinas, cerca del puente que pasa actualmente por arriba de la vía férrea al Sur de Nogales. Empezó a medir una distancia de 340 cuerdas (14,305.5 m) por el camino que va al Norte al Presidio de Tubac, las cuales terminaron en el camino, en una meseta alta, donde da fin un amplio cajón que baja de las montañas Pajarito. Es decir, recorrió midiendo todo el Arroyo de Los Nogales hacia el Norte, atravesando la entonces solitaria cañada en donde están actualmente Ambos Nogales, y siguió hasta llegar al amplio cajón, que conocemos hoy como Cañada Mariposa, ubicado en Nogales, Arizona, en la entrada de la colonia Monte Carlo (En seguida muestro un mapa interactivo de la ubicación). Nuevamente, recordemos que ni Ambos Nogales ni la frontera actual existían entonces.

(El siguiente mapa es interactivo: puedes acercarte y alejarte, mover el mapa y el tipo de informacion mostrada)



Ya en este punto, ordenó erigir la mojonera Norte del terreno que se medía, agregando que "la mojonera de Calabazas está a unos mil pasos más allá, en una loma alta, que cae del otro lado del cañón." Calabazas haba sido una visita y estancia ganadera de la misión de Tumacácori, y aún hoy las ruinas de su iglesita se pueden ver cerca de la planta de tratamiento de aguas residuales de Nogales, Arizona.

Acto seguido, se midieron 22 cuerdas (925 m) al Este, y 200 cuerdas (8,414 m) al Oeste, ambos desde los extremos Norte y Sur del terreno medido, para formar una especie de rectángulo. Se calculó la superfcie del terreno en 7 y medio sitios (13,167.075 Has), y se avaluó, asignándole un valor de $15 el sitio debido a que no contaba con agua corriente, para hacer un total de $112 con 4 reales.

Sin embargo, la junta revisora determinó después que la superfcie real medía 2 caballerías en exceso, y en consecuencia se elevó su precio de remate a $113, 1 real y 10 granos. Se realizó la subasta de ley en la sede de la Jefatura de Hacienda, Arizpe, sin que se presentase un mejor postor, y el 7 de enero de 1843 le fue adjudicado Los Nogales a don José Elías por la cantidad establecida.

Las casas del rancho fueron construidas en la confuencia de un arroyo lateral con el de Los Nogales, en el actual Nogales, Arizona, en inmediaciones del puente a desnivel de donde parte hoy la carretera a Patagonia (en seguida aparece un mapa interactivo de su ubicación). Era un lugar cubierto con árboles de nogal que le dieron su nombre al rancho que, recordemos, se encontraba entonces totalmente en México.




Estas casas funcionaron por algunos años como estación en las rutas de diligencias que comunicaban a Magdalena e Ímuris con Tubac y Tucson, todos en Sonora. Servían lo mismo para descanso de los viajeros que como refugio contra los asaltos apaches. Nadie se podría imaginar que menos de medio siglo después sería fundada en el lugar una población, Nogales, ciudad que actualmente ha absorbido totalmente la extensión del rancho hasta convertirse en el principal puerto de nuestro Estado con la nación estadounidense. Pero eso vendría después y en otros artículos cubriré estos temas.

sábado, 10 de octubre de 2009

Primer Artículo conmemorativo del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución

Estamos en la cuenta final para el 2010, año del centenario de la Revolución y bicentenario de la Independencia y, aprovechando la ocasión, trataré en los siguientes artículos sobre la importancia que tuvieron estos dos movimientos para nuestra región de Nogales.

Obviamente, para cuando el padre Hidalgo inicia la Guerra de Independencia, Nogales no existía como población, aunque el lugar ya era conocido desde muchos años antes.

Precisamente estos días, hace 234 años, cuando el Imperio Español alcanzaba su máxima extensión en América, cuando se cumplían ocho años de la expulsión de los jesuitas, un grupo de expedicionarios dirigidos por Juan Bautista de Anza recorrían la Cañada de los Nogales, buscando una ruta terrestre que comunicase a Sonora con la Alta California.

Así, recorriendo las páginas del diario de la expedición, escrito por su capellán, el padre Pedro Font, llegamos al día 12 de octubre de 1775, cuando el grupo se encontraba en la misión de San Ignacio:

(En el siguiente mapa, puedes interactuar acercándote y alejándote, cambiando la zona que ves, así como el tipo de mapa mostrado)



“Jueves. Dixe missa, y es la primera que dixe en mi tienda, que fue la Yglesia portatil de la Expedicion. Salimos de cerca el Pueblo de Ymuris á las ocho y media de la mañana, y á la una de la tarde paramos en el Gambut antes de entrar en el caxon, haviendo caminado quatro leguas con rumbo al nornoroeste.
 
Poco antes de este parage está el parage llamado los Alisos. El caxon del Gambut que se sigue, es passo muy peligroso, y en donde han executado varias muertes los apaches, y piatos Zimarrones; y por esto nos detuvimos para passarlo mañana despacio y todos juntos con las requas”.

Como nota explicatoria, hay que recordar que una legua equivale a cuatro kilómetros. Además, todavía hoy, al recorrer por la carretera el cajón Gambut, que es conocido actualmente como Bambuto, se puede recrear la imaginación de los expedicionarios que, temerosos, creían ver detrás de cada roca del cajón a los apaches o a los pimas rebeldes.

“Dia 13. Viernes. Dixe missa. Salimos del Gambut a las ocho de la manana, y á la una de la tarde paramos en el Sibuta, haviendo caminado quatro leguas con rumbo al norte, y muy despacio en el caxon del Gambut para ir juntos, y que no se
cortasse el cordon de la gente y requas.

Dia 14. Sabado. Salimos del Siboda á las ocho de la mañana, y á las tres de la tarde paramos en el parage llamado las 
Lagunas, haviendo caminado unas ocho leguas largas con el rumbo, como quatro al noroeste, y quatro al nornoroeste. Como á la mitad del camino está el parage del Agua Zarca, que es un ojito de agua muy pequeño. 

Todo el camino va siguiendo á la derecha unas sierras altas de bastante arboleda, que desde el Pueblo de Dolores, y antes, siguen encadenadas hasta mas alla del Pueblo y Presidio de Tuquison, y rematan antes del rio Gila: á la izquierda van siguiendo unas lomas baxas, y detras de ellas una sierra algo elevada y aspera, que empieza desde el Pueblo de Santa Maria Madalena, y va á dar á la Aribaca, Arizona, y parage de las Bolas, assi llamado por las bolas de plata virgen que alli produxo la tierra, y toda essa sierra se dice ser mineral. Todos estos terrenos son muy abundantes de pasto, y de ellos sale el rio de San Ignacio”.

Casi todos los lugares del párrafo anterior se pueden reconocer todavía: La serranía situada a la derecha de los viajeros es la del Pinito, mientras que la de la izquierda es la del Guacomea, y el paraje de las Bolas es el conocido hoy como Planchas de Plata de La Arizona, cuyo descubrimiento en 1736 alcanzaría renombre mundial hasta lograr heredarle su nombre al Estado vecino de la Unión Americana.

Y aunque el padre Font no mencionó su paso por Los Nogales, los expedicionarios siguieron la cañada en donde actualmente se asienta esta ciudad, y poco más adelante se detuvieron en Las Lagunas, ubicado actualmente al Norte de Nogales, Arizona, en la colonia conocida como Meadow Hills.

Así fue cómo después de presenciar el paso de aquellos casi 300 expedicionarios, la cañada de Los Nogales regresó nuevamente al silencio en que había descansado desde siempre. Vendría después en otras regiones de la Nueva España el Grito de Dolores y la Guerra de Independencia, hasta su conclusión en 1821, y no sería sino hasta veinte años después, al ser ya México independiente, cuando otro grupo de europeos cruzó nuevamente la cañada, aunque ahora lo hacían para medir el terreno de Los Nogales, que había sido denunciado en la capital, Arizpe. Pero ése será tema de otro artículo.
 
* Se respetó la grafía original del diario del Capellán de la expedición, Fr. Pedro Font.