A diferencia de todas las historias que se han escrito hasta hoy sobre nuestra frontera nogalense o aún de Sonora o Arizona, que tienen una perspectiva parroquiana al analizar únicamente lo sucedido en México o los Estados Unidos, esta crónica es binacional. Sería imposible entender adecuadamente a nuestra región sólo desde la perspectiva mexicana o estadounidense siendo, como somos, población y Estados fronterizos.
Así, en los artículos anteriores de esta serie veíamos cómo se construyó el Ferrocarril en Sonora y Arizona, y cómo fue que llegó a pasar por Nogales como consecuencia de las pugnas entre distintas compañías estadounidenses para alcanzar la primacía en construir una ruta transcontinental estadounidense. Ahora veremos los detalles de su inauguración:
El Ferrocarril de Sonora fue inaugurado el 25 de octubre de 1882 en los Nogales cuando la esposa de William Morley, ingeniero del ferrocarril, clavó una clavija regalada por el Gobierno de Sonora, en cuyo cuerpo de plata había sido grabada una locomotora con la leyenda “UNION – PROGRESO,” y en la cabeza de oro aparecía la fecha grabada.
A la ceremonia asistió el Vicepresidente de la Atchison, Topeka and Santa Fe, aunque no pudo hacerlo el Gobernador de Sonora, Carlos Ortiz Retes: se encontraba entonces en abierta pugna con otro grupo político en ascenso, encabezado por el Gral. Guillermo Carbó, quien promovía al grupo de Ramón Corral, Luis Torres y otros, y que le llevarían días después a dejar la gubernatura. El Prof. Enrique Quijada trajo la representación del Gobierno del Estado y pronunció una sentida oración.
Además, al no asistir el Gobernador Ortiz Retes, tampoco vino el Gobernador del Territorio de Arizona, Frederick A. Trittle, aunque envió un discurso que calificaba la inauguración como “uno de los eventos más importantes que hayan ocurrido en nuestra región del Continente,” y elaboraba en una parábola sobre el significado de esa inauguración para unir económicamente a Estados Unidos: “congratulo al pueblo de Arizona de que el océano se haya casado [aqui] con las grandes llanuras.”
Nogales, en aquel momento, era sólo algunas carpas de los trabajadores del ferrocarril y empleados de la aduana según anotó algún reportero, aunque agregó que sus noches le recordaban la bonanza del oro de California porque escuchaba “los violines, gritos y disparos nocturnos,” aunque, afortunadamente “no se ha reportado todavía ningún asesinato.” Sin embargo se equivocaba: el día anterior al de la inauguración del ferrocarril, John Brickwood había matado a Harry Sutter en un “homicidio justificable” en el lado arizonense.
La población más cercana a Nogales en Arizona era entonces Calabazas (actual Río Rico), a cuyo recién inaugurado hotel fueron llevados, al concluir la ceremonia de inauguración del ferrocarril, los 75 asistentes; se les sirvió un banquete y se pronunciaron una serie de brindis por la ocasión. Calabazas tenía entonces unos 150 habitantes, dos salones de baile y cinco tiendas, dos salas Chinas de juego y 16 cantinas. Le seguía más al Norte Tucsón con unos 7,000 habitantes, mientras que en Sonora la población más cercana era Magdalena con unas 6,000 almas.
Para quienes habían construido el ferrocarril a través de Los Nogales, lo único que empañaba el panorama futuro era la división política en el Estado de Sonora y los conflictos del Gobernador Ortiz Retes, lo que llevó a que un periódico tucsonense editorializara: “Se esperaba que los desórdenes y tumultos en nuestro Estado vecino fuesen cosa del pasado… Pero no ha sido así. Los gérmenes de las disensiones locales no han sido desarraigados aún… cuando estas antipatías afectan tan seriamente los intereses y derechos de propiedad de los capitalistas e industrias del exterior -cuando retardan, como la ocurrencia de tales eventos invariablemente retardará – la prosperidad y desarrollo del país, debería ponérseles un hasta aquí. Un brillante futuro se abría para Sonora… en unos pocos años sería el principal de los Estados Mexicanos.”
Sin embargo, al escribir esta frase se detuvo el periodista, y pensando que tal vez se había dejado llevar por la pasión, decidió concluir con una frase conciliadora que expresaba la receta vigente entonces sobre el futuro de Sonora y de México: promover el desarrollo económico. No podía saberlo, creía que este desarrollo económico se transmitiría automáticamente a toda la población como bienestar social, error que conduciría a la revolución de 1910. Y así fue como decidió concluir alentadoramente su editorial: “Aunque tampoco es demasiado tarde para cumplir ese destino. Los disturbios actuales se deben de lamentar pero no son fatales. Todavía hay tiempo para darle paz y protección a la sociedad alterada y asegurar la confianza en las empresas de negocios que son las únicas que pueden lograr los espléndidos resultados que todos los amigos de México habían llegado a anticipar como certidumbre del futuro inmediato.“
El día último de ese mes, a mediodía, pasaba por Los Nogales rumbo a Arizona en un carro especial provisto por la compañía ferroviaria el ya Ex Gobernador de Sonora, Carlos Ortiz Retes. Iba por tren al exilio en la Cd. de México, de donde ya no volvería a Sonora.
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