El martes, 16 de septiembre de 1884, un mes después de la firma del contrato que establecía el fundo legal de la nueva población, tomaba posesión el primer ayuntamiento de Nogales, Sonora.
Eran las nueve de la mañana cuando un pequeño grupo atravesó el llanito, aledaño a la frontera, que únicamente era aprovechado por la vía del ferrocarril. Pasaron bajo la sombra de un gran encino que permanecía aún en pie, retador frente a las hileras de leña que alimentaban las calderas de los trenes. Iban a reunirse en el local que funcionaba como Salón Municipal, ubicado en la esquina de Campillo y Pesqueira (En la derecha aparece una imagen del llanito, y en el extremo derecho el Salón Municipal. El árbol que menciono, para cuando se tomó la foto ya había sido cortado para construir la Aduana). En el evento le dieron lectura a un oficio, fechado el 7 de ese mes por la Prefectura del Distrito de Magdalena, en el que se ordenaba tomar protesta al primer Ayuntamiento de Nogales.
En seguida tomó posesión el Presidente Municipal, Juan B. González, seguido de José J. Encinas como primer Regidor, Narcizo (sic) Moreno como Segundo Regidor, Luis Tapia como Regidor Suplente, Luis Aragón como Juez Local propietario y Waldo Briseño como Juez Local Suplente.
Desde esa breve ceremonia, y hasta el Alcalde actual, José Angel Hernández Barajas, Nogales, Sonora, ha tenido 57 Presidentes Municipales Constitucionales según mis números, así como con una cantidad muy difícil de definir de Presidentes Interinos.
El problema para determinar quiénes fueron Presidentes Constitucionales y quienes no, radica en que Nogales y México pasaron desde entonces por la Revolución Mexicana y por conflictos originados en factores políticos y de otra naturaleza, los que llevaron a nombrar Alcaldes en vez de elegirlos; por revueltas y levantamientos en los que se destituían las autoridades municipales; por nombramientos directos hechos por el Ejecutivo Estatal, así como por modificaciones legales que también han ido cambiando los periodos de los Gobiernos Municipales.
Nogales, Sonora, no contaría con un edificio propio, sede de la Presidencia Municipal, sino hasta el 1 de julio de 1897, cuando fue inaugurado el ubicado en la esquina Noroeste de Campillo y Juárez (mostrado a la izquierda, situado donde hoy está correos), que en algo copiaba al de la aduana, ubicado enfrente, y que para entonces tenía diez años de haber sido concluido.
Nogales, Arizona, por otro lado, y como vimos en el artículo anterior de esta serie, en 1893 era incorporado como población, y el Condado Pima, al que pertenecía entonces Nogales, nombraba un Consejo Municipal integrado por Teodoro Gebler, James B. Mix, Antonio Proto, George B. Marsh y Edward B. Hogan. En su primera reunión, el Consejo nombró a Mix como primer Presidente Municipal (Mayor), y un año después era ya electo Don Antonio Proto como Alcalde.
El poblado arizonense, después de que la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos negó en 1896 la reclamación del terreno del antiguo Rancho de Los Nogales de Elías ubicado en Arizona, finalmente pudo obtener en diciembre de 1898 la patente firmada por el Presidente William McKinley, que le concedía un fundo de una milla cuadrada de terreno. Así pudo el nuevo Alcalde, William F. Overton, empezar la asignación de títulos de los lotes ya medidos, los que después de un pago de $5 por el lote, más $7 por el papeleo, fueron entregados a sus nuevos dueños.
Así surgieron Ambos Nogales, poblaciones divididas por una línea internacional que entonces no era visible y por la que nadie impedía el libre paso. Esos primeros años verían el surgimiento, primero, del templo católico, dedicado a la Purísima Concepción, consistente en un gran cuarto de adobe que empezó a ser construido en 1886, aunque su primer sacerdote, Patricio Sánchez, se establecería en octubre de 1890. Otro edificio, el imponente edificio de la Aduana, sería concluido en 1887 con un costo de $83,882.17.
En marzo de 1898 era inaugurado el alumbrado público de la población, consistente en 7 lámparas de arco y 10 incandescentes, y así la cañada dejó en el pasado la obscuridad que la invadía durante las noches sin luna.
Parecía que todo sería bonanza, ya que la economía pujante de la población impulsaba su explosivo crecimiento. Nadie hubiera adivinado que pronto iniciaría la Revolución Mexicana.
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