La semana pasada cubría la década de 1870 en la región. En este y los siguientes me detendré más en los detalles, ya que se requieren más pormenores para cubrir la siguiente década, la de la fundación de Nogales.
En este en particular tocaré el establecimiento de la Aduana de Nogales. En lo general, el establecimiento de la aduana fue el resultado de un cambio generacional que se dio en Sonora y en México a finales de la década de 1870. Como hemos visto, el Gral. Ignacio Pesqueira García había regido los destinos de Sonora desde fines de la década de 1850, y en los setenta buscaba perpetuarse en el poder contra una nueva generación de sonorenses con ideas nuevas, con nuevas fórmulas de desarrollo. Sin embargo, no lo logró y fue derrocado por esa nueva generación. Al mismo tiempo, también los destinos del país cambiaron cuando subió al poder Porfirio Díaz tras la rebelión de Tuxtepec en 1876.
En lo particular, como vimos en el artículo anterior, el establecimiento de la aduana fue una respuesta del gobierno a la intensificación gradual del contrabando introducido a Sonora, propiciado por la construcción del ferrocarril a través del Sur de Arizona.
Uno de los problemas del viejo orden era que las aduanas mexicanas en la frontera de Sonora habían sido establecidas en las poblaciones más cercanas a ésta; así, la burocracia aduanera podía afectar a, y ser afectada por los vaivenes de la política local al convivir con lo que sucedía en ellas.
No es casual, por ejemplo, que quienes iniciaron y dirigieron la rebelión en 1875 contra el gobierno de Pesqueira hayan sido precisamente los administradores de las aduanas existentes entonces: Puerto Libertad, Magdalena y Altar: Francisco Serna, Manuel Barreda y Francisco del Río respectivamente.
Tampoco es casual que tras el derrocamiento de Pesqueira y de su sucesor, Vicente Mariscal, el nuevo Gobernador fuese Francisco Serna, nativo de Pitiquito, quien había participado en la lucha contra el Imperio, además de desarrollar una fortuna en la minería. Al ascender al poder, Serna escogió como su Secretario de Gobierno a Ramón Corral, uno de los principales ideólogos de las entonces nuevas fórmulas de desarrollo sonorense, y así inició el despegue de la carrera política de Corral, quien puso las bases del nuevo orden socioeconómico en el Estado con el reordenamiento geográfico de la base del poder estatal al cambiar la capital del Estado, de Ures a Hermosillo.
Por entonces, una de las principales experiencias de la terrible guerra Apache había sido que éstos cometían sus tropelías en Sonora para después buscar el santuario de Arizona, receta a la que también acudieron quienes se levantaban en armas contra el gobierno de Sonora, Francisco Serna y Ramón Corral entre otros.
Esta experiencia mostró que era necesario establecer nuevas aduanas federales en la frontera misma para controlar el contrabando más eficientemente, y que fuesen ubicadas en lugares despoblados para desalentar la participación de sus funcionarios en movimientos rebeldes de los poblados en que estuviesen. Se buscaba, como dijera el eslogan: “más administración y menos política.”
Así fue cómo en una sucesión de decretos firmados por el Presidente Díaz el 2 de agosto de 1880, fueron establecidas las aduanas de Quitovaquito, Sásabe, Los Nogales y Palominas. Es decir, a lo largo de toda la frontera de Sonora con Arizona y en lugares despoblados, inmediatos a la frontera misma y en sitios estratégicos para combatir al contrabando (Ver el mapa interactivo). De todas ellas, sólo las de Sásabe y Nogales evolucionarían hacia centros de población, y únicamente la de Nogales cumpliría con las condiciones necesarias para ser, con el paso de los años, una población como la que se ha convertido actualmente.
El personal de cada aduana establecida entonces fue de 15 celadores al mando de un cabo, encargados de recorrer la zona de su jurisdicción para combatir el contrabando. Además, en cada cabecera aduanal habría un Administrador, un Oficial Migratorio y un escribiente.
Los empleados aduanales llegaron a Guaymas en el vapor Newbern el 15 de agosto, y Jacobo Andonaegui fue asignado al desierto rancho de Los Nogales. Aquí levantó su tienda de campaña el 11 de octubre a la sombra del acantilado de la actual Calle Elías, a un lado de la mojonera erigida en 1855 por William Emory.
Pero otros problemas más preocupaban entonces al Norte de Sonora: Brígido Reyes, quien intentaba derrocar a Díaz, al mando de unos 60 hombres había invadido esos mismos días de agosto el pueblo de Magdalena, apresado a los principales ciudadanos del lugar, entre quienes se encontraban José Pierson, Miguel Latz, Francisco Padrés y el Padre Molina, a quienes exigió $10,000. Sólo los liberó cuando le dieron el dinero, perteneciente a la Aduana de Magdalena que estaba por cerrar al ser reemplazada por la de Los Nogales.
domingo, 29 de noviembre de 2009
domingo, 22 de noviembre de 2009
Los Nogales, el Norte de Sonora y Sur de Arizona en la Década de 1870
La década de 1870 se puede entender en dos dimensiones en esta región: la política, con una serie de levantamientos armados en Sonora, primero contra el gobierno de Ignacio Pesqueira y luego contra su sucesor, Ignacio Mariscal; y la económica, cuando asciende Porfirio Díaz por primera vez a la Presidencia de la República en 1876 e inicia el despegue económico de México y de Sonora, lo que lleva a la fundación de Nogales en la siguiente década.
Durante esos años los apaches continuarían sus asaltos. Tan sólo en 1870 mataron 123 sonorenses, hirieron a 44 más y capturaron siete para un Sonora que alcanzaba apenas una población de unos 110,000 habitantes.
En 1872 llegaba a Arizona el General George Crook, quien utilizó el efectivo método de emplear exploradores también apaches para perseguir a los rebeldes, aunque estableció reservaciones indígenas en la frontera con México, por lo que los apaches continuaron realizando sus atropellos en Sonora para luego buscar el asilo del territorio estadounidense. Debido a las protestas del gobierno de Sonora, Crook intentó evitar estas depredaciones y cambió a los apaches a la reservación de San Carlos, ubicada más al Norte en Arizona. Este y otros factores llevaron a que a lo largo de esa década los asaltos apaches fueran disminuyendo en Sonora.
Por otro lado, la estabilidad que trajo el Porfirismo propició el florecimiento del comercio internacional durante esa década entre el entonces Territorio de Arizona y Sonora. En la región se encontraban las aduanas de Magdalena y Altar en México, y de Calabazas (actual Río Rico) en Arizona. Magdalena y Altar fueron escogidas por ser lugares poblados aunque se disminuía su efectividad por estar algo alejadas de la frontera. Calabazas, por otro lado, tenía la ventaja de que allí confluían dos caminos: el que procedente de Santa Cruz y de los ríos San Miguel y Sonora seguía a lo largo del río Santa Cruz pasando por Calabazas, y el que llegando de Magdalena y más al Sur, remontaba el paso de Encinas para atravesar luego el desierto rancho de Los Nogales y pasar también por Calabazas.
Lo inadecuado de la ubicación de las aduanas de México para controlar el contrabando, a lo que debemos agregar la construcción en el Sur del Territorio de Arizona del ferrocarril transcontinental que en 1877 llegaba a Yuma, para 1879 a Casa Grande y en 1880 a Tucsón, incrementaron el contrabando hacia Sonora de infinidad de artículos.
Para tener una idea de este comercio ilegal, vemos que en una confiscación realizada en marzo de 1880 fueron detenidas en Magdalena 25 libras de chocolates, 12 libras de azúcar refinada, 15 de nueces y 9 de fruta seca, mientras que en otro hecho en diciembre en el mismo lugar se detuvieron 6,813 yardas de tela de algodón y 1,627 yardas de tela lisa, además de varias docenas de pantalones, zapatos, calcetines y ropa interior. En Sásabe, también por entonces fue confiscado un cargamento que nos ilustra sobre los gustos de los sonorenses ricos de entonces: 25 libras de azúcar refinada, 20 cajas de frutas secas en caja, 24 cajas de jamones ingleses, 6 cajas de café, 11 libras de carnes inglesas y 3 de sardinas, además de 25 libras de arroz.
A pesar de la actividad de los celadores mexicanos, el contrabando detenido era mínimo comparado con los productos que lograban ser introducidos ilegalmente a nuestro Estado, como lo reconocía el informe del cónsul estadounidense en Guaymas, quien informaba que sólo en 1879 cuatro quintas partes de los productos de lana y algodón usados en Sonora habían sido introducidos en contrabando al Estado. Es claro que mucho de éste comercio ilegal pasaba por el desierto Arroyo Los Nogales y por otros puntos, entonces despoblados y desprotegidos de la frontera de México con Arizona.
Por otro lado, esa misma década empezó el desarrollo de las minas en el Sur de Arizona con los descubrimientos en 1877 del yacimiento de plata de Tombstone y el de cobre de Bisbee. Tombstone, por ejemplo, para 1881 tenía más de 7,000 habitantes, igualando a Tucsón, y para 1882 alcanzaba entre 10 y 14 mil, lo que a su vez incrementó aún más el movimiento internacional de personas y productos por la frontera entre Sonora y Arizona.
En esta región del actual Municipio de Nogales, y como prólogo de esa bonanza minera, en 1873 tomaba posesión en el mineral de Planchas de Plata, ubicado a unos 25 Km al suroeste del actual Nogales, un ayuntamiento encabezado por Modesto Bórquez como Presidente; Regidor I: Isidro Estrella; Regidor II: Francisco Gallego; y su Suplente fue Ramón Inclán; Juez Local Propietario: Jesus Quintanar y su Suplente fue Tiburcio Jaime, aunque la suerte que tuvo esa nueva población estaba ligada a la de la mina del mismo lugar y nombre, y al agotarse el mineral superficial el lugar regresó nuevamente al olvido de los tiempos. Sólo quedó por entonces habitado el cercano rancho de la Arizona, de Guillermo Barnett.
Durante esos años los apaches continuarían sus asaltos. Tan sólo en 1870 mataron 123 sonorenses, hirieron a 44 más y capturaron siete para un Sonora que alcanzaba apenas una población de unos 110,000 habitantes.
En 1872 llegaba a Arizona el General George Crook, quien utilizó el efectivo método de emplear exploradores también apaches para perseguir a los rebeldes, aunque estableció reservaciones indígenas en la frontera con México, por lo que los apaches continuaron realizando sus atropellos en Sonora para luego buscar el asilo del territorio estadounidense. Debido a las protestas del gobierno de Sonora, Crook intentó evitar estas depredaciones y cambió a los apaches a la reservación de San Carlos, ubicada más al Norte en Arizona. Este y otros factores llevaron a que a lo largo de esa década los asaltos apaches fueran disminuyendo en Sonora.
Por otro lado, la estabilidad que trajo el Porfirismo propició el florecimiento del comercio internacional durante esa década entre el entonces Territorio de Arizona y Sonora. En la región se encontraban las aduanas de Magdalena y Altar en México, y de Calabazas (actual Río Rico) en Arizona. Magdalena y Altar fueron escogidas por ser lugares poblados aunque se disminuía su efectividad por estar algo alejadas de la frontera. Calabazas, por otro lado, tenía la ventaja de que allí confluían dos caminos: el que procedente de Santa Cruz y de los ríos San Miguel y Sonora seguía a lo largo del río Santa Cruz pasando por Calabazas, y el que llegando de Magdalena y más al Sur, remontaba el paso de Encinas para atravesar luego el desierto rancho de Los Nogales y pasar también por Calabazas.
Lo inadecuado de la ubicación de las aduanas de México para controlar el contrabando, a lo que debemos agregar la construcción en el Sur del Territorio de Arizona del ferrocarril transcontinental que en 1877 llegaba a Yuma, para 1879 a Casa Grande y en 1880 a Tucsón, incrementaron el contrabando hacia Sonora de infinidad de artículos.
Para tener una idea de este comercio ilegal, vemos que en una confiscación realizada en marzo de 1880 fueron detenidas en Magdalena 25 libras de chocolates, 12 libras de azúcar refinada, 15 de nueces y 9 de fruta seca, mientras que en otro hecho en diciembre en el mismo lugar se detuvieron 6,813 yardas de tela de algodón y 1,627 yardas de tela lisa, además de varias docenas de pantalones, zapatos, calcetines y ropa interior. En Sásabe, también por entonces fue confiscado un cargamento que nos ilustra sobre los gustos de los sonorenses ricos de entonces: 25 libras de azúcar refinada, 20 cajas de frutas secas en caja, 24 cajas de jamones ingleses, 6 cajas de café, 11 libras de carnes inglesas y 3 de sardinas, además de 25 libras de arroz.
A pesar de la actividad de los celadores mexicanos, el contrabando detenido era mínimo comparado con los productos que lograban ser introducidos ilegalmente a nuestro Estado, como lo reconocía el informe del cónsul estadounidense en Guaymas, quien informaba que sólo en 1879 cuatro quintas partes de los productos de lana y algodón usados en Sonora habían sido introducidos en contrabando al Estado. Es claro que mucho de éste comercio ilegal pasaba por el desierto Arroyo Los Nogales y por otros puntos, entonces despoblados y desprotegidos de la frontera de México con Arizona.
Por otro lado, esa misma década empezó el desarrollo de las minas en el Sur de Arizona con los descubrimientos en 1877 del yacimiento de plata de Tombstone y el de cobre de Bisbee. Tombstone, por ejemplo, para 1881 tenía más de 7,000 habitantes, igualando a Tucsón, y para 1882 alcanzaba entre 10 y 14 mil, lo que a su vez incrementó aún más el movimiento internacional de personas y productos por la frontera entre Sonora y Arizona.
En esta región del actual Municipio de Nogales, y como prólogo de esa bonanza minera, en 1873 tomaba posesión en el mineral de Planchas de Plata, ubicado a unos 25 Km al suroeste del actual Nogales, un ayuntamiento encabezado por Modesto Bórquez como Presidente; Regidor I: Isidro Estrella; Regidor II: Francisco Gallego; y su Suplente fue Ramón Inclán; Juez Local Propietario: Jesus Quintanar y su Suplente fue Tiburcio Jaime, aunque la suerte que tuvo esa nueva población estaba ligada a la de la mina del mismo lugar y nombre, y al agotarse el mineral superficial el lugar regresó nuevamente al olvido de los tiempos. Sólo quedó por entonces habitado el cercano rancho de la Arizona, de Guillermo Barnett.
martes, 17 de noviembre de 2009
Los Nogales y la región del Norte de Sonora y Sur de Arizona en la década de 1860
Nogales, en la década de 1860, estaba abandonado. Una descripción del lugar, hecha por unos viajeros estadounidenses que cruzaron desde el Norte por aquí en 1864, además de su referencia al Destino Manifiesto y su mención de los “sonoreños,” como se nos llamaba entonces, nos informa cómo era la cañada entonces:
“La travesía de este día por el valle de Nogales fue uno de las más placenteras de nuestro viaje. Cada milla que recorríamos, el terreno mejoraba en hermosura y fertilidad. La hierba que llegaba al hombro de nuestros caballos cubría todo el valle, y los cerros se encontraban vestidos con exuberantes bosques de encinas.
Nos detuvimos un rato en la línea fronteriza para examinar el monumento erigido por el Coronel Emory en 1855. Queda muy poco de él, salvo un deforme montón de piedras. Bandas vagabundas de sonoreños, en su odio de todo lo estadounidense lo han mutilado indudablemente como expresión de antipatía nacional. Esta gente dice que nunca consintieron en la venta de ninguna porción de Sonora, y todavía consideran a Arizona como legítimamente parte de su territorio.”
Pero no sólo el valle de Los Nogales estaba abandonado. También los ranchos situados a lo largo del río Santa Cruz, a pesar de su fertilidad, habían corrido la misma suerte por los constantes asaltos Apaches.
En la crónica ya citada, escrita por Ross Browne, describe un asalto Apache ocurrido entonces cerca del actual poblado de Los Picos a un grupo encabezado por Sam Butterworth. Iban los viajeros de San Lázaro a Tubac, siguiendo el río Santa Cruz:
“…un poco más allá del rancho desierto de Santa Bárbara, cuando una banda de Apaches, unos veinticinco o treinta, los atacaron desde los matorrales que bordean el lecho del río Santa Cruz. Tan pronto como aparecieron los indios, empezaron a gritar como demonios, disparando sus rifles y flechas, evidentemente con la idea de provocar confusión en el primer momento del ataque. Butterworth les ordenó a sus hombres que se quedaran en los vagones, diciéndoles que podrían derrotar fácilmente a los Apaches.
Los vagones fueron llevados a un mesquite, un poco a la derecha del camino para amarrar los animales. Mientras, los indios habían salido de su emboscada e incendiado la alta y seca hierba. Las llamas barrieron sobre los vagones tan rápidamente que fue necesario abandonar el abrigo del árbol y subirse a una meseta que había a unas 200 yardas de distancia, en donde se tuviera una posición ventajosa para pelear. Justo en el momento en que llegaban a este punto, con los indios gritando alrededor, la hierba fue incendiada de nuevo viento arriba y las llamas se les echaron encima. Butterworth se quedó en un vagón, armado con una escopeta de doble barril con la que mantuvo a raya por algún tiempo a los indios. Luego, cubriéndose con el humo, se alejaron de los vagones. Janín se lanzó hacia una cañada y se escondió, y Butterworth se parapetó detrás de un mesquite, en donde se decidió a hacerles frente como pudiera. Los Indios incendiaron la hierba nuevamente y las llamas se le echaron encima, obligándole a treparse al árbol por seguridad, quemándole aún así parte de los pantalones…”
Como los Apaches únicamente buscaban quedarse con lo que llevaban los viajeros, se dedicaron a saquear los vagones, olvidándose de éstos. Después, Janín y Butterworth, que se habían separado, se dirigieron a Santa Cruz a buscar auxilio. Janín, que conocía el terreno lo logró, aunque Butterworth se perdió y Don Joaquín Comandurán salió de Santa Cruz a buscarlo, rescatándolo a la altura del actual puente del ferrocarril sobre el río.
Un año después, el Gobernador Ignacio Pesqueira era derrotado cerca de Guaymas por los invasores franceses, lo que desencadenó una serie de protestas de conservadores contra él en todo Sonora. Pesqueira le entregó el Gobierno al Gral. Jesús García Morales en Cananea y se fue al exilio en Arizona, siguiendo a lo largo del río Santa Cruz.
El Cap. Calderwood le permitió acampar en la confluencia del Arroyo Los Nogales con éste, 12 Km al norte del actual Nogales, Arizona, en un lugar que desde entonces se llama Pesqueira Canyon. Su esposa, Ramona García Morales, se había mojado cruzando el río Santa Cruz, crecido por una tormenta, y contrajo neumonía; murió el 25 de octubre y fue enterrada en Tubac. La pena de sus infortunios le causaron a Pesqueira una congestión cerebral y luego una enteritis que le impidió moverse por varios meses. No fue sino hasta 1866 en que Sonora fue recuperada de los franceses, terminando, así, el Imperio en Sonora.
Hoy, es muchísimo lo que todo ha cambiado: el lugar donde acampó Pesqueira está cubierto de casas; desde Nogales se llega en cosa de minutos al sitio en que Butterworth fue emboscado, y el entonces desierto Valle de Nogales se ha transformado en la más importante ciudad de la frontera de Sonora.
“La travesía de este día por el valle de Nogales fue uno de las más placenteras de nuestro viaje. Cada milla que recorríamos, el terreno mejoraba en hermosura y fertilidad. La hierba que llegaba al hombro de nuestros caballos cubría todo el valle, y los cerros se encontraban vestidos con exuberantes bosques de encinas.
Nos detuvimos un rato en la línea fronteriza para examinar el monumento erigido por el Coronel Emory en 1855. Queda muy poco de él, salvo un deforme montón de piedras. Bandas vagabundas de sonoreños, en su odio de todo lo estadounidense lo han mutilado indudablemente como expresión de antipatía nacional. Esta gente dice que nunca consintieron en la venta de ninguna porción de Sonora, y todavía consideran a Arizona como legítimamente parte de su territorio.”
Pero no sólo el valle de Los Nogales estaba abandonado. También los ranchos situados a lo largo del río Santa Cruz, a pesar de su fertilidad, habían corrido la misma suerte por los constantes asaltos Apaches.
En la crónica ya citada, escrita por Ross Browne, describe un asalto Apache ocurrido entonces cerca del actual poblado de Los Picos a un grupo encabezado por Sam Butterworth. Iban los viajeros de San Lázaro a Tubac, siguiendo el río Santa Cruz:
“…un poco más allá del rancho desierto de Santa Bárbara, cuando una banda de Apaches, unos veinticinco o treinta, los atacaron desde los matorrales que bordean el lecho del río Santa Cruz. Tan pronto como aparecieron los indios, empezaron a gritar como demonios, disparando sus rifles y flechas, evidentemente con la idea de provocar confusión en el primer momento del ataque. Butterworth les ordenó a sus hombres que se quedaran en los vagones, diciéndoles que podrían derrotar fácilmente a los Apaches.
Los vagones fueron llevados a un mesquite, un poco a la derecha del camino para amarrar los animales. Mientras, los indios habían salido de su emboscada e incendiado la alta y seca hierba. Las llamas barrieron sobre los vagones tan rápidamente que fue necesario abandonar el abrigo del árbol y subirse a una meseta que había a unas 200 yardas de distancia, en donde se tuviera una posición ventajosa para pelear. Justo en el momento en que llegaban a este punto, con los indios gritando alrededor, la hierba fue incendiada de nuevo viento arriba y las llamas se les echaron encima. Butterworth se quedó en un vagón, armado con una escopeta de doble barril con la que mantuvo a raya por algún tiempo a los indios. Luego, cubriéndose con el humo, se alejaron de los vagones. Janín se lanzó hacia una cañada y se escondió, y Butterworth se parapetó detrás de un mesquite, en donde se decidió a hacerles frente como pudiera. Los Indios incendiaron la hierba nuevamente y las llamas se le echaron encima, obligándole a treparse al árbol por seguridad, quemándole aún así parte de los pantalones…”
Como los Apaches únicamente buscaban quedarse con lo que llevaban los viajeros, se dedicaron a saquear los vagones, olvidándose de éstos. Después, Janín y Butterworth, que se habían separado, se dirigieron a Santa Cruz a buscar auxilio. Janín, que conocía el terreno lo logró, aunque Butterworth se perdió y Don Joaquín Comandurán salió de Santa Cruz a buscarlo, rescatándolo a la altura del actual puente del ferrocarril sobre el río.
Un año después, el Gobernador Ignacio Pesqueira era derrotado cerca de Guaymas por los invasores franceses, lo que desencadenó una serie de protestas de conservadores contra él en todo Sonora. Pesqueira le entregó el Gobierno al Gral. Jesús García Morales en Cananea y se fue al exilio en Arizona, siguiendo a lo largo del río Santa Cruz.
El Cap. Calderwood le permitió acampar en la confluencia del Arroyo Los Nogales con éste, 12 Km al norte del actual Nogales, Arizona, en un lugar que desde entonces se llama Pesqueira Canyon. Su esposa, Ramona García Morales, se había mojado cruzando el río Santa Cruz, crecido por una tormenta, y contrajo neumonía; murió el 25 de octubre y fue enterrada en Tubac. La pena de sus infortunios le causaron a Pesqueira una congestión cerebral y luego una enteritis que le impidió moverse por varios meses. No fue sino hasta 1866 en que Sonora fue recuperada de los franceses, terminando, así, el Imperio en Sonora.
Hoy, es muchísimo lo que todo ha cambiado: el lugar donde acampó Pesqueira está cubierto de casas; desde Nogales se llega en cosa de minutos al sitio en que Butterworth fue emboscado, y el entonces desierto Valle de Nogales se ha transformado en la más importante ciudad de la frontera de Sonora.
sábado, 7 de noviembre de 2009
Los Nogales, el Norte de Sonora y el Sur de Arizona en la Década de 1850
La semana pasada hablaba del Tratado de la Mesilla, cuando el rancho de Los Nogales quedó dividido entre dos naciones. También toqué el tema de las expediciones filibusteras a Sonora y de la pequeña bonanza económica que trajo el desarrollo de minas en el Sur del territorio de Arizona durante la segunda mitad de la década de 1850. En este artículo voy a hablar sobre la situación en el rancho de Los Nogales entonces así como en el norte de Sonora.
Las casas del rancho se encontraban en el actual Nogales, Arizona, en inmediaciones del puente a desnivel de donde parte el camino a Patagonia. En el Norte de Sonora había los poblados de Magdalena, San Ignacio, Imuris y Cocóspera, así como los ranchos de Nogales y Cíbuta; mientras que en el territorio recién adquirido de Arizona estaban la aduana estadounidense en Calabazas (hoy Río Rico), Tubac, Tumacácori, Tucsón, el fuerte militar Buchanan y las minas de Santa Rita y Mowry.
El surgimiento de las minas del Sur de Arizona había provocado una pequeña bonanza en los pueblos fronterizos de Sonora durante esos años: trigo de Cucurpe alimentaba a los soldados de Fort Buchanan, otros productos de Santa Cruz se vendían en la mina de Mowry, y por Los Nogales pasaban carretas sonorenses cargadas de harina, frijol, fruta, carne seca y panocha que eran vendidos en Tubac y en otras minas situadas al norte de Los Nogales. Más del 80% de los mineros de la mina de Tubac, y 90% de los de Mowry también cruzaban la nueva frontera en Los Nogales, procedentes de Cucurpe, Magdalena, Imuris y otros pueblos del Norte de Sonora.
Sin embargo, las expediciones filibusteras de esos años vinieron a trastrocar ese desarrollo. La de 1857, de Henry Crabb, causó las peores consecuencias para nuestra región. Como recordamos, un grupo de filibusteros encabezados por el abogado estadounidense, Henry Crabb, planeaba reunir un millar de estadounidenses para colonizar el Norte de Sonora, y para ello reclutó a colonos así como a aventureros y evasores de la ley en California por delitos cometidos durante la fiebre del oro.
Después, se dirigió a tomar Caborca, aunque en el recuerdo de los sonorenses estaba viva la pérdida de terreno por el Tratado de la Mesilla, así como por los desmanes que habían cometido los grupos de anglos que habían pasado por esa región camino a la bonanza del oro de California. Así, los filibusteros fueron rechazados, derrotados y muertos por los caborquenses el 6 de abril de 1857.
En seguida, muchos de los seguidores de Crabb decidieron establecerse en la región del Sur del Territorio de Arizona. Entre ellos había muchos de los delincuentes de California, a quienes los colonos estadounidenses establecidos en la región conocían como los “filibusteros.” Eran hombres como John Page, Bill Ake, Robert Phillips, etc, y estaban decididos a vengar la muerte de Crabb.
El primer problema surgió dos meses después de los hechos de Caborca, el 27 de junio, cuando una caravana de unas cuarenta y cinco mulas del comerciante de Magdalena, Francisco Padrés, regresaba a México después de vender su carga de harina al fuerte Buchanan, al Noreste de Los Nogales. Pasaron por un bosquecito de enormes encinos negros que se hallaba cerca de las casas del rancho, y un poco más al sur por un lado de la mojonera que marcaba la frontera, para continuar por el vallecito en donde actualmente se encuentra el centro de Nogales, Sonora. No se dieron cuenta que cinco forajidos de los llamados “filibusteros” los seguían, y más o menos a la altura de la actual Plaza Hidalgo les dieron alcance, disparándoles y matando a algunos de los mexicanos que llevaban las mulas. Se robaron la plata en que se había vendido la harina y huyeron a Arizona a esconderse cerca de Tucsón.
Al saber esto, los demás colonos de Arizona le dieron aviso al Mayor Enoch Steen, del fuerte militar, quien arrestó a algunos de los bandoleros, aunque poco después los tuvo que liberar, ya que la jurisdicción militar no comprendía esos delitos. Ese fue sólo el principio: los meses siguientes vendría una serie de ataques y contraataques entre “los filibusteros,” y mexicanos, que llevaron a que los obreros sonorenses abandonaran, temerosos, las minas y huertas de Arizona, y éstas tuvieron que cerrar.
Pero no fue eso todo. También por entonces el Tte. George Nicholas Bascom apresó y luego ahorcó al hermano del jefe Cochise, en represalia por un asalto al rancho de John Ward (situado entre los actuales Nogales y Patagonia) en donde había sido secuestrado un niño. Esto provocó la conocida como Guerra Apache, que duraría 25 años, que vino a agravar aún más la situación en la nueva frontera. Los Elías, dueños de Los Nogales, regresaron a Imuris para protegerse, y las casas del rancho Los Nogales quedaron desamparadas.
Las casas del rancho se encontraban en el actual Nogales, Arizona, en inmediaciones del puente a desnivel de donde parte el camino a Patagonia. En el Norte de Sonora había los poblados de Magdalena, San Ignacio, Imuris y Cocóspera, así como los ranchos de Nogales y Cíbuta; mientras que en el territorio recién adquirido de Arizona estaban la aduana estadounidense en Calabazas (hoy Río Rico), Tubac, Tumacácori, Tucsón, el fuerte militar Buchanan y las minas de Santa Rita y Mowry.
El surgimiento de las minas del Sur de Arizona había provocado una pequeña bonanza en los pueblos fronterizos de Sonora durante esos años: trigo de Cucurpe alimentaba a los soldados de Fort Buchanan, otros productos de Santa Cruz se vendían en la mina de Mowry, y por Los Nogales pasaban carretas sonorenses cargadas de harina, frijol, fruta, carne seca y panocha que eran vendidos en Tubac y en otras minas situadas al norte de Los Nogales. Más del 80% de los mineros de la mina de Tubac, y 90% de los de Mowry también cruzaban la nueva frontera en Los Nogales, procedentes de Cucurpe, Magdalena, Imuris y otros pueblos del Norte de Sonora.
Sin embargo, las expediciones filibusteras de esos años vinieron a trastrocar ese desarrollo. La de 1857, de Henry Crabb, causó las peores consecuencias para nuestra región. Como recordamos, un grupo de filibusteros encabezados por el abogado estadounidense, Henry Crabb, planeaba reunir un millar de estadounidenses para colonizar el Norte de Sonora, y para ello reclutó a colonos así como a aventureros y evasores de la ley en California por delitos cometidos durante la fiebre del oro.
Después, se dirigió a tomar Caborca, aunque en el recuerdo de los sonorenses estaba viva la pérdida de terreno por el Tratado de la Mesilla, así como por los desmanes que habían cometido los grupos de anglos que habían pasado por esa región camino a la bonanza del oro de California. Así, los filibusteros fueron rechazados, derrotados y muertos por los caborquenses el 6 de abril de 1857.
En seguida, muchos de los seguidores de Crabb decidieron establecerse en la región del Sur del Territorio de Arizona. Entre ellos había muchos de los delincuentes de California, a quienes los colonos estadounidenses establecidos en la región conocían como los “filibusteros.” Eran hombres como John Page, Bill Ake, Robert Phillips, etc, y estaban decididos a vengar la muerte de Crabb.
El primer problema surgió dos meses después de los hechos de Caborca, el 27 de junio, cuando una caravana de unas cuarenta y cinco mulas del comerciante de Magdalena, Francisco Padrés, regresaba a México después de vender su carga de harina al fuerte Buchanan, al Noreste de Los Nogales. Pasaron por un bosquecito de enormes encinos negros que se hallaba cerca de las casas del rancho, y un poco más al sur por un lado de la mojonera que marcaba la frontera, para continuar por el vallecito en donde actualmente se encuentra el centro de Nogales, Sonora. No se dieron cuenta que cinco forajidos de los llamados “filibusteros” los seguían, y más o menos a la altura de la actual Plaza Hidalgo les dieron alcance, disparándoles y matando a algunos de los mexicanos que llevaban las mulas. Se robaron la plata en que se había vendido la harina y huyeron a Arizona a esconderse cerca de Tucsón.
Al saber esto, los demás colonos de Arizona le dieron aviso al Mayor Enoch Steen, del fuerte militar, quien arrestó a algunos de los bandoleros, aunque poco después los tuvo que liberar, ya que la jurisdicción militar no comprendía esos delitos. Ese fue sólo el principio: los meses siguientes vendría una serie de ataques y contraataques entre “los filibusteros,” y mexicanos, que llevaron a que los obreros sonorenses abandonaran, temerosos, las minas y huertas de Arizona, y éstas tuvieron que cerrar.
Pero no fue eso todo. También por entonces el Tte. George Nicholas Bascom apresó y luego ahorcó al hermano del jefe Cochise, en represalia por un asalto al rancho de John Ward (situado entre los actuales Nogales y Patagonia) en donde había sido secuestrado un niño. Esto provocó la conocida como Guerra Apache, que duraría 25 años, que vino a agravar aún más la situación en la nueva frontera. Los Elías, dueños de Los Nogales, regresaron a Imuris para protegerse, y las casas del rancho Los Nogales quedaron desamparadas.
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