domingo, 13 de junio de 2010

Martín Luis Guzmán en Nogales

Hasta ahora, hemos visto la importancia y función que tuvo la frontera de Nogales para la revolución. Hemos también conocido a los actores principales de este drama, en esta serie que presento a propósito del centenario de la revolución mexicana. Pero no hemos saboreado el momento, el instante fugaz; como tampoco hemos entendido la revolución nogalense desde la perspectiva del hecho cotidiano: el comer, el dormir, las manifestaciones personalistas, etc.

En esta ocasión le dedico el espacio de este artículo a este tema, y qué mejor que a través de cuando uno de sus actores, Martín Luis Guzmán, se incorporó a la revolución constitucionalista, precisamente aquí, en Nogales a fines de 1913, momento cuya crónica nos dejó en su obra, “El Aguila y la Serpiente.”

Leamos: “Ya había anochecido cuando Alberto J. Pani y yo llegamos a Nogales. En la estación –feo cobertizo semejante a los que acabábamos de ver en el largo trayecto arizonense, sólo que aquí con la peculiar pátina mexicana- nos esperaban varios amigos y amigos de amigos….” Esta estación era un edificio de madera, situado casi adyacente a la frontera, a un lado de la vía.  Alberto Pani, por otro lado, sería después tío de Mario Pani, cuya firma de arquitectos diseñó, cuando las remodelaciones del PRONAF, la puerta de México, situada a unos pasos, e igual realizó la nueva urbanización nogalense que distingue actualmente a Nogales.

Pero acompañemos a Guzmán al hotel nogalense: “Atravesamos una calle y caminamos un tramo de otra: ya estábamos en el hotel. La puerta daba a un pasillo que se convertía, por el fondo, en escalera… Una figura conocida apareció en lo alto y se mantuvo allá, con los brazos abiertos, durante todo el tiempo que nosotros empleamos en subir: era Isidro Fabela... se fueron abriendo las puertas de los cuartos y empezaron a salir por ellas hombres de la Revolución: salió Adolfo de la Huerta; salió Lucio Blanco; salieron Ramón Puente, Salvador Martínez Alomía, Miguel Alessio Robles y otros muchos…”

Hay que recordar que el arroyo de Nogales no atravesaba entonces por allí, y que este hotel, en un edificio que todavía existe en Elías e Internacional, llevaba como nombre el apellido de su dueño, Gustavo Escoboza, quien después sería Alcalde nogalense.

Los recién llegados se lavaron, cambiaron y dirigieron a ser presentados ante Carranza, quien despachaba en el edificio de la Presidencia Municipal, en la esquina de Campillo y Juárez, en donde actualmente se encuentra Correos. Después, esperaron que se desocupara para acompañarlo a cenar, según costumbre cotidiana de los revolucionarios de entonces en Nogales.

Para matar el tiempo, Guzmán salió del salón y se ocupó en explorar el edificio bajo la ténebre luz de un foco que apenas iluminaba la noche. Caminando casi a obscuras por el corredor que rodeaba un patio central, se dirigió a la parte más obscura del mismo. Allí alcanzó a ver que “la sombra de un hombre, apoyada en la sombra de un poste, se mantenía inmóvil. La curiosidad me empujó a aproximarme más: la sombra no se movió. Entonces volví a pasar, esta vez más cerca y mirando todavía, aunque aún de reojo, más insistentemente. La sombra era de un hombre gallardo. Un rayo de luz, al darle en la orilla del ala del sombrero, mordía en su silueta un punto gris. Tenía doblado sobre el corazón uno de los brazos, apoyada en el puño la barbilla, y el antebrazo derecho cruzado encima del otro. Por la postura de la cabeza comprendí que el hombre estaba absorto en la contemplación de los astros: la luz estelar le caía sobre la cara y se la iluminaba con tenue fulgor.
-Buenas noches. ¿Quién es?
-Un viejo conocido, general. ¿O me engaño acaso? ¿No hablo con el general Felipe Angeles?
Angeles era, en efecto.”

Conversaron un corto tiempo, y luego fueron interrumpidos. Carranza había terminado sus asuntos pendientes y se dirigía a cenar al edificio de la Aduana, ubicado en la contraesquina.

“La cena, excelente por sus manjares e interesantísima por los individuos que ponía en contacto…” La plática de sobremesa, ilustradora de individualidades, derivó en el tema sostenido por Carranza: “la superioridad de los ejércitos improvisados y entusiastas sobre los que se organizan científicamente,” aunque esta opinión no era compartida, por supuesto, por el gran estratega que fue el Gral Felipe Angeles, alumno de las mejores escuelas militares de Europa.

“Carranza, empero, que solía mostrarse tan autócrata en la charla como en todo lo demás, interrumpió sin ningún miramiento a su Ministro de la Guerra (Felipe Angeles) y concluyó de plano, sin apelación, como Primer Jefe, con un juicio absoluto: “En la vida, general –dijo-, sobre todo para el manejo de los hombres y su gobierno, la buena voluntad es lo único indispensable y útil.” Angeles dio un nuevo sorbo a su taza de café y no añadió una sílaba. Los demás guardamos silencio… ¿Se quedará esto así? –pensé.” 

Dejó Guzmán pasar unos minutos, y al hacerse abrumador el silencio no aguantó, rompiéndolo: “-¡Lo que son las cosas! –dije sin ambages y mirando con fijeza hasta el fondo de los ojos dulzones del Primer Jefe-. Yo pienso exactamente lo contrario que usted…  Creo con pasión, quizás por venir ahora de las aulas, en la técnica y en los libros, y detesto las improvisaciones… Estimo, en todo caso, que para México, políticamente, la técnica es esencial en estos tres puntos fundamentales: en Hacienda, en Educación Pública y en Guerra…  Don Venustiano me sonrió con aire protector, tan protector que al punto comprendí que no me perdonaría nunca mi audacia.”

Ese gesto de Carranza, augurio de la cárcel a que lo condenaría Carranza, llevaría a Luis Guzmán a afiliarse al Villismo y convertirse en su agente confidencial; pero también publicó después, además de esta obra que nos ocupa actualmente, otros clásicos como “La Sombra del Caudillo” y “Memorias de Pancho Villa,” asi como se convirtió en uno de los mayores periodistas de México. Además fue político y Embajador de México en las Naciones Unidas.

1 comentario:

  1. Buscando datos por Internet sobre Martin Luis Guzmán he llegado hasta tu blog del que me hago seguidor con tu permiso, veo que aparte del idioma coincidimos en que tenemos un blog parecido dedicado a los sitios de donde somos, yo Torrelaguna (Madrid), y Martin Luis Guzmán que también pisó mi tierra como dejó escrito en "Crónicas de mi destierro".
    Si quieres dar un vistazo a mi blog: Crónicas de Torrelaguna
    http://www.gelaguna.blogspot.com/ verás que meto muchas referencias de México, sobre todo en ETIQUETAS: América.

    Un cordial saludo

    ResponderBorrar