lunes, 18 de octubre de 2010

La Minería en Sonora y la revolución

En estos artículos más recientes de la serie a propósito del Bicentenario y Centenario me he detenido temporalmente a cubrir temas  relacionados con la afectación social y económica ocasionada por el movimiento armado durante la década de 1910 a 1920. Esto, como prólogo para tocar después la siguiente etapa, el periodo de estabilización revolucionaria.

En esta ocasión escribiré sobre uno de los grandes ejes económicos del Porfirismo, la minería –el otro lo fueron los ferrocarriles- renglón de capital importancia en Sonora, y en particular tocaré los efectos que tuvo la revolución sobre la minería de nuestro Estado.

Se tiene la idea de que los ideales de la revolución perturbaron profundamente a la minería sonorense, cuya inversión era principalmente extranjera. Sin embargo, ésta es una simplificación errónea. Únicamente la pequeña minería fue afectada por el movimiento armado, así como la ubicada más meridionalmente en Sonora. 

Por otro lado, las principales inversiones mineras estadounidenses localizadas cerca de la frontera, como Cananea (mostrada en la imagen de abajo)  o Nacozari, casi siempre fueron protegidas por los revolucionarios que les cobraban impuestos por producción para financiar al constitucionalismo. Además, los dueños de estas minas vendían armamento desde Arizona a los revolucionarios, y así recobraban lo pagado anteriormente.


Al estallar la revolución, William Cornell Greene ya había perdido el control de la mina de Cananea ante Thomas B. Cole, detrás de quien estaba John D. Ryan, Presidente de la Anaconda Copper Co. asociada a su vez con el enorme complejo financiero de Amalgamated Copper Co, en cuya dirección se encontraban apellidos como Rockefeller, Stillman, etc.


Por  otro lado, detrás del mineral de Pilares de Nacozari se encontraba la familia Douglas que también tenía acciones de Cananea. Walter administraría Nacozari durante la revolución y sería Presidente de la compañía Phelps Dodge, mientras que su hermano, James, sería Presidente de la Amalgamated, fundaría el poblado de Douglas, Arizona, organizaría bancos en Bisbee y Douglas, y administraría durante la revolución tanto a Nacozari como a Cananea. De esta manera, ambas minas ofrecieron una respuesta coordinada a los avatares de la revolución. (Si quieres conocer más sobre la Historia de la Minería en el Norte de Sonora, haz click aquí).

En febrero de 1914, los revolucionarios Constitucionalistas cobraban 64 centavos en impuestos por Kilogramo de plata exportado de estas minas, y para septiembre se elevaban los derechos a $32 Dlls por kilogramo de oro y 90 centavos por la plata, mientras que el cobre no pagaba un centavo.

Estos ingresos llevaron a que los constitucionalistas protegieran las minas, y así sucedió en abril del 14, cuando Tomás Martínez hacía labor política en Cananea y fue arrestado. En respuesta, entre 1,500 y 2,500 mineros secuestraron a Ignacio L. Pesqueira, ex gobernador del estado, y lo mantuvieron en Cananea hasta que Martínez fue liberado. Tres meses más tarde se manifestaban nuevamente pidiendo aumento salarial. La minera cerró y el gobernador del Estado, José María Maytorena envió tropas para cuidar los bienes de la compañía.

Y aún después, Plutarco Elías Calles, ya como gobernador, protegería también los intereses mineros. Decretó la pena de muerte por robo ordinario en Cananea, y para demostrar que su intención era seria, ordenó la ejecución de algunos ladrones.  En sus memorias, Alfredo Breceda, brazo derecho de Carranza, le atribuye a Obregón una frase dicha al varón de Cuatro Ciénegas: “Aquí no tenemos agraristas, a Dios gracias. Todos los que andamos en este asunto lo hacemos por patriotismo y por vengar la muerte del señor Madero; tampoco les damos alas a los obreros, y si no allí está Calles en la frontera, que es el azote que tenemos para los levantiscos.”

Para 1917, la producción de Cananea y Nacozari, a pesar de la revolución, alcanzaba los 125 millones de libras anuales de cobre, y al sobrevenir la Primera Guerra Mundial el precio de este metal se fue por las nubes, haciendo que la producción cuprífera de ambas minas siguiera elevándose hasta que terminó la Guerra. Únicamente Cananea tuvo un descenso temporal en 1917 como resultado del enrarecimiento de las relaciones entre México y Estados Unidos.

No fue sino hasta que terminó la Primera Guerra Mundial cuando el precio del cobre cayó precipitosamente: para enero de 1919 se encontraba en 26 centavos de dólar por libra, y para el mes siguiente había bajado a menos de 15 centavos. Esto llevó al cierre de las minas, la fundidora y la concentradora de Cananea, y que los obreros fueran despedidos. El nuevo Presidente de México, Álvaro Obregón, entonces cambió la base financiera de su gobierno: de impuestos a la minería, a la nueva y floreciente industria del petróleo.

Haciendo un resumen de la producción minera durante esos años, la historiadora Lynda Hall agrega: “Asombrosamente, las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos durante [la revolución] parecen haber respondido más a los ciclos comerciales de EEUU que a las condiciones revolucionarias...” 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario