sábado, 20 de noviembre de 2010

Resumen General, 1920 a 1940.- El periodo de las pugnas ideológicas de la revolución


Si bien el periodo de luchas bélicas de la revolución en México duró diez años, de 1910 a 1920, el de las contiendas ideológicas duraría veinte, de 1920 a 1940. Este último inició con el ascenso de Obregón a la presidencia de la nación, cuando nuestro país aún no sabía si seguir el camino de los caudillos o el de las instituciones.

Obregón, caudillo, planteó, al menos en la proclama de Nogales que lanzó su candidatura en 1919, la necesidad de formar organismos políticos nacionales. Entendía como expresión nacional ideológica de su momento a dos principios, el conservador y el liberal. Y proponía la libre participación de ambos, en contienda abierta.

Vino después su presidencia, seguida de la de Plutarco Elías Calles, quien días después de su toma de posesión reconoció que “el movimiento revolucionario ha entrado en su fase constructiva” y así fue cómo se dio a la tarea de iniciar la reconstrucción económica nacional, aunque en lo ideológico la nación se agitaba entre varios problemas: la pugna religiosa, iniciada por el mismo Calles, quien intentó imponer su visión jacobina a la nación, y por el otro la enorme proliferación de partidos políticos, miles en realidad en el país, que tejían y entretejían la enorme y compleja madeja política nacional de acuerdo con circunstancias electorales momentáneas, muchas de ellas regionales.

Bajo este panorama transcurrió el cuatrienio de Plutarco Elías Calles, y en su informe final, después del asesinato del presidente reelecto, Alvaro Obregón, Calles dijo que la nación debía ya: “pasar de una vez por todas de la condición histórica del país de un hombre a la de nación de instituciones y de leyes” y agregó unos párrafos que casi han quedado olvidados en nuestros días de su mensaje final, proponiendo permitir “a la reacción política y clerical” la discusión abierta, a “la lucha de ideas.” Meses después sería integrado el Partido Nacional Revolucionario, cuyo primer presidente sería el mismo Calles. 

En la presidencia de la república, a Calles le sucedería un interregno de seis años, hasta 1934. Y fue precisamente durante este periodo cuando el PNR lanzó la candidatura de Pascual Ortiz Rubio, que tuvo como contendiente al más grande filósofo que haya visto la época contemporánea de nuestro país, José Vasconcelos, quien a su llegada a México desde el exilio para iniciar su campaña política, pronunció, aquí en Nogales precisamente, la frase de que "la revolución necesita, por fin, llegar a los espíritus." Sin embargo, esa candidatura fue acremente combatida por el gobierno de Calles con encarcelamientos, persecuciones y muertes como la masacre de Topilejo, con el resultado oficial de 1.8 millones de votos de Ortiz contra 106,000 de  Vasconcelos, y así asumió Ortiz la presidencia.

Sin embargo, los problemas en la sucesión presidencial indicaban que el poder de Calles iba menguando, hasta que finalmente Lázaro Cárdenas se encargó de deshacerse del callismo en 1936. Después terminaría la contienda religiosa, para en seguida dar comienzo a una campaña nacional de redistribución de la tierra y de recuperación para el país de los recursos del subsuelo, siendo el petróleo el de mayor impacto.

Sin embargo, al final de su sexenio dio marcha atrás debido a la conjunción de factores opuestos a su política ideológica. Por ejemplo, para deshacerse de los callistas, Cárdenas había tenido que aliarse con grupos regionales conservadores, “saltimbanques y girasoles” como les llamaría alguien, quienes únicamente se subieron al carro cardenista por conveniencia personal, y al aproximarse el final del sexenio quienes lo habían sostenido cambiaron de bandera, amenazando con destruir la obra de Cárdenas.

Como nos recuerda Alan Knight: “Entre 1938 y 1940, enfrentándose a series dificultades económicas y retos políticos, la administración dio marcha atrás.” En lo político, en 1939, ya a finales del sexenio de Lázaro Cárdenas, se había integrado el Partido Acción Nacional; mientras que en lo económico, el ejido colectivo fallaba debido a la corrupción gubernamental, a la vez que los ferrocarriles nacionalizados habían sufrido un desastroso accidente en abril de 1939 que llevó a la renuncia en masa del Consejo de Administración de los Ferrocarriles, seguida de la del dirigente sindical ferroviario. Sin embargo, posiblemente el principal signo del viraje ideológico lo provocó la solución de la disputa de la compañía ASARCO, la principal compañía minera del país. Para entonces, los ingresos nacionales petroleros y de minería habían sufrido una enorme caída por las políticas nacionalistas del país, y fue entonces que el gobierno cardenista promovió una solución amigable a los intereses de ASARCO. La razón: esta compañía realizaba adelantos en los pagos de sus impuestos al gobierno mexicano, ingresos que ayudaban mucho a la apretada situación financiera del país.

Así fue cómo Cárdenas escogió al moderado Manuel Avila Camacho para que le sucediera, cuando todos pensaban que el elegido sería Francisco Múgica, quien comulgaba con las políticas redistributivas del mismo Cárdenas.

De esta manera, el mismo Cárdenas se encargó de terminar con la política que él mismo había impuesto. Posiblemente quien mejor haya descrito lo que vino después sea Alan Knight, quien lo ha resumido así: “Después de 1940, las instituciones claves del cardenismo –el ejido y la educación socialista, la CTM, la CNC y PRM; Pemex y los Ferrocarriles Nacionales- a duras penas cumplían las esperanzas de la década de mediados de los 1930; ni tampoco, para ponerlo de otra manera, cumplieron los temores de los hombres de negocios y conservadores. El cascarón institucional del cardenismo permaneció, aunque su dinámica interna se había perdido. En otras palabras, la carreta había sido secuestrada por nuevos choferes quienes regresaron la máquina, subieron a gente nueva, y se dirigieron en una dirección totalmente distinta.”

viernes, 19 de noviembre de 2010

Resumen General, 1910 a 1920.- El Periodo Bélico de la Revolución Mexicana

¿Cómo entender a la revolución? La revolución mexicana, con o sin mayúsculas, para sus apologistas y detractores. El movimiento social que definió al país durante el siglo XX y lo preparó, también, para el XXI. En estos dos artículos concluyo la serie que inicié, hace ya un año y gracias al espacio que amablemente me concedió este diario, como mi conmemoración del centenario de su inicio.

¿Cómo entenderla? La mejor forma de asomarse a ella es recorriendo las etapas por las que pasó; es seguirla a través de su infancia, de su adolescencia y madurez hasta su muerte. Eso veremos en éste y el siguiente artículo.

La revolución mexicana nació en 1910 con el movimiento de Francisco Ignacio Madero. Esta fue una gestación totalmente inesperada, seguida del nacimiento de un México continuación y a la vez rompimiento de su cordón umbilical con el pasado, un parto que nadie esperaba que tendría éxito. La caída de Díaz fue totalmente insospechada y así subió al poder Madero.

Durante esta primera etapa, Nogales casi no sintió la transición, el Nogales porfirista y el de Madero se confundieron en un continuo en el que no hubo algún parteaguas apreciable.

Pero luego vino la traición de Victoriano Huerta y el asesinato de Madero, y así se abrió la caja de Pandora; los demonios salieron de sus cárceles y los cuatro jinetes del Apocalípsis se lanzaron sobre el país. Y durante esta etapa la frontera adquirió un poder que no había tenido durante el maderismo. Las razones: la frontera fuente telegráfica de las noticias, la frontera donde se podía adquirir armamento a cambio de ganado y productos embargados a los sonorenses; la frontera donde se  podía buscar asilo en caso de derrota o legitimación en caso del triunfo.

Así fue cómo el primer combate del Constitucionalismo contra la usurpación de Huerta ocurrió precisamente aquí, en Nogales, el 13 de marzo de 1913, fecha cabalística si las hay, fecha que inicia el ambiguo proceso de la apertura del camino revolucionario que al inicio únicamente intentaba vengar la muerte de Madero, pero que se convirtió en pugna entre reivindicaciones sociales insatisfechas y la necesidad de reconstruir la economía nacional a través de conseguir la armonía entre los dispares intereses de clases en conflicto.

Así, Carranza inició su gobierno aquí, primero en Nogales y luego en Hermosillo, cuando Sonora le abrió sus puertas al paria que arriesgaba todo por lograr construir un nuevo México. Y desde aquí partió el Cuerpo revolucionario de Obregón que fue conquistando la costa del Pacífico mexicano hasta lograr entrar a la Ciudad de México.

Y después de la conquista de la Cd. de México vino la peor etapa de la revolución, la fase armada, la pugna entre el Constitucionalismo que intentaba construir un México urbano moderno por un lado, que se enfrentaba al Villismo afloramiento de mestizajes norteños que buscaban la reivindicación del agrarismo mestizo, aunado al Zapatismo que intentaba lo mismo, pero para los indígenas desposeídos durante décadas, ¿qué digo décadas? Por siglos de abandono. Es decir, la pugna pero a la vez confluencia de ansiedades de ser, de necesidades ancestrales insatisfechas de formas distintas de vivir, aunque también de fórmulas divergentes, de soluciones sobre cómo sería el México del siglo XX. Y aquí fallaron los agrarismos de Villa y de Zapata cuando no se unieron éstos contra el naciente urbanismo de Carranza, y con ello sellaron su suerte final.

Pero mientras, tras la conquista de la Ciudad de México por el Carrancismo, vinieron la Convención de Aguascalientes y la de Querétaro, seguidas de la promulgación de una nueva Constitución, triunfos temporales del Villismo y Zapatismo contra el constitucionalismo, aunque al fin asumió el poder nacional Venustiano Carranza, y por un tiempo el héroe invicto de la revolución, Álvaro Obregón, fue su Secretario de Guerra.

Y al aproximarse la fecha de la sucesión presidencial de 1920, Álvaro Obregón renunció a la Secretaría y regresó a Sonora. Y coincidentemente escogió también a Nogales para preparar su campaña presidencial, y desde aquí, de Nogales, lanzó su candidatura presidencial, y propuso a la nación una fórmula urbana para el México del futuro.

Vino después el Plan de Agua Prieta de los sonorenses, plan que desconocía al gobierno de Carranza, seguido de la huida del varón de Cuatro Ciénegas y el incidente de Tlaxcalantongo que selló su suerte y al mismo tiempo el ascenso al poder nacional de Obregón, y así llegó éste a ocupar la silla presidencial, a imponer la otra visión del nuevo México, la fórmula urbana, y con su triunfo concluía la etapa armada de la revolución e iniciaba la contienda ideológica.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El Sexenio de Lázaro Cárdenas

Hay que entender el primer periodo presidencial de seis años en México, de Lázaro Cárdenas (1934 – 1940), analizando sus etapas.

La primera, fue deshacerse de los callistas en 1935 y 36; después, se dedicó a solucionar el problema religioso en 1937, acompañada de la distribución agraria, para continuar con la nacionalización del petróleo en 1938 y terminar el sexenio con la preparación de la sucesión presidencial.

Como vimos en los artículos anteriores de esta serie, Plutarco Elías Calles había conservado el poder político en México desde 1924, y al tomar posesión Lázaro Cárdenas todo hacía suponer que continuaría ejerciéndolo.

Las versiones varían acerca de los detalles del inicio del rompimiento entre Cárdenas y Calles, aunque todo derivó de la agitación obrera que promovían entonces la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, dirigida por Vicente Lombardo Toledano, y el grupo capitaneado por los “cinco lobitos” como se les llamaba, dirigidos por Fidel Velázquez. 

Entre diciembre del 34 y mayo del 35 habían estallado más de 500 huelgas en el país. Bajo este escenario de inestabilidad se desarrolló la primera conversación entre Cárdenas y Calles a mediados de 1935, en la que Cárdenas le informó que les iba a jalar las riendas a los obreros rebeldes. Al escucharlo, Calles le respondió al presidente que no le convenía quedar al descubierto con declaraciones contra el movimiento obrero, y se ofreció a hacerlas él mismo, oferta que, como nos recuerda Enrique Krauze, “Cárdenas permitió de mil amores.”

En junio de ese 1935 se publicaban las declaraciones de Calles en las que decía que el país requería de armonía obrera y acusaba a quienes promovían las constantes huelgas de “ingratitud” cuando bloqueaban el progreso de la nación al  inclinarse por la división del país. Cárdenas dejó pasar unos días y en seguida lanzó una declaración en la que aseguraba, “jamás he aconsejado divisiones.” En seguida, le pidió la renuncia a su gabinete, la mayoría callistas, e integró uno nuevo. Después reemplazó a los gobernadores callistas del país, 14 en total, entre ellos el de Sonora, Ramón Ramos, y finalmente ordenó la expulsión del país del mismo Calles en abril de 1936. Así terminó la influencia de Calles en México.

Vendría después la solución al problema religioso en 1937, tema que ya he cubierto en un artículo anterior, al que acompañaría el reparto agrario de su gobierno, iniciado en 1936 con el de la región de la Laguna, 243 mil Has para 28 mil campesinos, seguido del de la región henequenera de Yucatán , 360,000 Has para 34 mil campesinos; continuaría con el Valle de Mexicali, región desarrollada por la Colorado Land and River Company, 167 mil Has; aunque su mayor expropiación ocurrió en el Noroeste del país, iniciada el 27 de octubre de 1937 al entregarles la margen izquierda del río Yaqui a ejidatarios mestizos y blancos y restituirles la margen derecha a los Yaquis. Así comenzó la redistribución de la tierra del Yaqui y el Mayo entre 1937 y 1940, un total de más de medio millón de Hectáreas.

Al terminar su presidencia, Cárdenas había redistribuido en el país más de  20 millones de Hectáreas a 811,157 individuos siguiendo principalmente la fórmula de los ejidos colectivos. Para 1940, los ejidos cubrían alrededor del 47% de la tierra cultivable de la nación, que si comparamos con la superficie que había sido distribuida para 1930, menos del 15%, nos daremos cuenta de la magnitud del reparto agrario cardenista. Este tema es muy complejo y requeriría, para apenas esbozar sus detalles, de espacios que aquí no disponemos.

Otro de sus grandes logros, aunque no radicado en lo material, fue el asilo que les dio México a miles de refugiados españoles, víctimas de la Guerra Civil Española. Una consecuencia de este asilo fue que entre los refugiados llegaron a México los más preclaros cerebros españoles, científicos, filósofos, profesionistas. Como ejemplo de la aportación que le dieron a nuestro país, estuvo la creación de la Casa de España, que poco después se convertiría en el Colegio de México. Uno de los centros de pensamiento más destadados no únicamente México sino a nivel mundial.

Vendría después el considerado hoy como mayor logro de la presidencia de Cárdenas, la expropiación petrolera, el 18 de marzo de 1938. Los eventos que culminaron con ésta son de sobra conocidos. Las compañías petroleras, extranjeras, tenían una perspectiva radicalmente opuesta a la del gobierno nacionalista mexicano. Desde su punto de vista, el petróleo era suyo, mientras que la Constitución de 1917 sostenía que los recursos del subsuelo, el petróleo entre otros, le pertenecían a la nación. Cárdenas definió de una vez por todas esta situación al hacer valer la Constitución mexicana y recuperar para la nación el petróleo mexicano.

Y así, llegamos a los últimos dos años de ese sexenio, periodo que Jean Meyer ha resumido magistralmente: “Cárdenas elije como sucesor a Avila Camacho, a su derecha. La transición había comenzado en 1938, el tono había bajado, se consolidaban las ganancias adquiridas sin seguir más adelante, la productividad y la industrialización prevalecían sobre la reforma agraria, la lucha social había sido reemplazada por la unidad nacional.” Todo, como antesala de la Segunda Guerra Mundial y la entrada de México a la etapa posrevolucionaria.



domingo, 14 de noviembre de 2010

Los gobiernos de 1928 a 1934

Al concluir la presidencia de Plutarco Elías Calles (1924-1928), el ex presidente Álvaro Obregón lanzó su candidatura para sucederle, reeligiéndose. Y aunque resultó ganador, en un banquete en el restaurante de La Bombilla fue asesinado el 17 de julio de 1928. Su muerte desató, en palabras del politólogo Arnaldo Córdova, “el evento más decisivo del desarrollo político de México en la época posrevolucionaria.”

El presidente electo, Álvaro Obregón, durante el banquete de la Bombilla

En su último informe a la nación, el 1 de septiembre siguiente, el Presidente Elías Calles inició con una apología de Alvaro Obregón y en seguida dijo: “quizá por primera vez en su historia se enfrenta México con una situación en la que la nota dominante es la falta de “caudillos”,  [lo que] debe permitirnos orientar definitivamente la política del país por rumbos de una verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez por todas, de la condición histórica de país de un hombre a la de nación de instituciones y de leyes.

Tres días después reunía en el Castillo de Chapultepec a treinta generales, a quienes les dijo que el lanzamiento de la candidatura presidencial de un militar únicamente conduciría a mayores conflictos, y el 25 de septiembre la Cámara de Diputados escogía a un civil, el Secretario de Gobernación, Emilio Portes Gil, como presidente interino del país, mientras que el 2 de diciembre era publicado en los principales periódicos del país un manifiesto que informaba la integración del Partido Nacional Revolucionario (PNR).

Emilio Portes Gil, presidente de México de 1928 a 1930

Portes Gil tomó posesión, y en febrero de 1929 se reunía en Querétaro el PNR, a la vez que lanzaba la candidatura de Pascual Ortiz Rubio a la presidencia de la nación. Simultáneamente, en Sonora explotaba una rebelión encabezada por el obregonista, Gral José Gonzalo Escobar, la que logró inicialmente muchos avances, aunque finalmente fue derrotada en mayo. Un mes después eran anunciados los acuerdos que concluían el conflicto cristero.

Durante su campaña, Ortiz Rubio tuvo como contendiente a José Vasconcelos, quien al iniciar la suya aquí, en Nogales, había pronunciado aquella frase: “La revolución necesita, por fin, llegar a los espíritus.” Obviamente, su popularidad era muy superior a la de Ortiz Rubio, aunque los ataques del gobierno a favor del último, como la matanza de Topilejo, llevaron a un conteo oficial de más de 1.8 millones de votos de Ortiz contra 106,000 de  Vasconcelos, y así asumió Ortiz la presidencia.

Pascual Ortiz Rubio, presidente de 1930 a 1932

De cualquier manera, un atentado en su contra al iniciar su gobierno le ocasionó un deterioro gradual de salud, aunado a la constante interferencia de Calles (sólo en 1931 Calles organizó dos reuniones de Secretarios sin la presencia del presidente). Esto llevó a su renuncia el 4 de septiembre de 1932. Su mayor logro había sido la aprobación de la Ley Federal del Trabajo.

Abelardo Rodriguez Lujan, presidente de 1932 a 1934

Le sucedería Abelardo Rodríguez (1932 a 1934), durante cuyo gobierno se aprobó el Código Agrario, se estableció el Salario Mínimo, extendió el periodo presidencial a 6 años a partir del siguiente, y atacó la gran depresión con políticas económicas deficitarias Keynesianas, contra la doctrina de su ministro de Hacienda, el callista Alberto Pani, que abogaba por presupuestos balanceados. Esto llevó a la dimisión de Pani, hecho que fue visto como el primer ataque a la hegemonía de Calles.

Otro de los grandes renglones gubernamentales, el de la educación, era dirigido por otro callista, el Secretario Narciso Bassols, quien en 1933 hizo un llamado radical por la que llamó “educación socialista,”  entendiéndola como el rechazo de la educación religiosa y promoción de la educación sexual, aunque sin basarse en la justicia social  ni mucho menos en el materialismo dialéctico propuesto por Marx o Engels. Como nos recuerda Victoria Lerner, una educación socialista era incongruente en un país que se encaminaba directamente hacia el capitalismo.

La protesta fue generalizada en el país, aunada a la promulgación de la Encíclica papal “Acerba animi” que atacaba directamente esta política gubernamental. Ambos llevaron en mayo del 34 a la renuncia de Bassols, aunque el mismo Plutarco Elías Calles pidió la continuación de la campaña antirreligiosa, que a su vez desembocó en otro levantamiento armado cristero que, aunque no tan intenso como el anterior, de cualquier manera causó derramamiento de sangre y polarización social.

Al acercarse las elecciones federales destacaban dos contendientes: Manuel Pérez Treviño y Lázaro Cárdenas, aunque el elegido fue el segundo. Entre diciembre del 33 y julio del 34, Cárdenas realizó una campaña recorriendo todas las ciudades y poblados del país, buscando la relación personal, directa con los mexicanos. Su relación con Calles se remontaba a 1915, durante las campañas militares de Sonora contra Villa en Nogales, Buenavista, Paredes, Naco y Agua Prieta. Todo auguraba la continuación de la hegemonía callista sobre México… 


domingo, 7 de noviembre de 2010

La persecución religiosa durante el gobierno de Elías Calles

Y así llegamos al tema más fragoso de esta serie: la persecución religiosa durante el periodo revolucionario, cuyo clímax ocurrió durante el gobierno del Presidente Plutarco Elías Calles.  

Y aunque este espacio no me permite describir su desarrollo histórico completo, debo explicar que sus orígenes se remontan a la segunda  mitad del siglo XVIII, durante la Ilustración, cuando inició el conflicto entre los poderes de la Iglesia y de los nacientes Estados seculares. 

Posteriormente, el conflicto se expresa en México durante la época del Liberalismo a través de la Constitución de 1857, y aún después, el Porfirismo diseñaría un “modus vivendi” en el que el Estado voltaba la cabeza a otro lado al momento de hacer cumplir la Constitución del 57 en cuestiones eclesiales, ignorando las violaciones a ésta. 

Sin embargo, cuando estalla la Revolución Mexicana, el Estado revolucionario buscó tomar las riendas de la espiritualidad social, no únicamente en el campo de las artes sino también en el de la cultura y la religión, y así se reanudó la pugna secular-religiosa.

Aquí, en Sonora, el conflicto inició durante la gubernatura de Plutarco Elías Calles cuando éste ordenó, el 16 de marzo de 1916, la expulsión inmediata de todos los sacerdotes del Estado y el cierre de los templos, entre ellos el nogalense de la Purísima Concepción, que fue clausurado. No sería sino hasta 1918 cuando permitió la entrada temporal de sacerdotes al Estado a realizar servicios religiosos, y en abril de 1919 firmó un decreto que establecía una cuota de un sacerdote por cada diez mil habitantes: 26 en total para todo Sonora. Para entonces, había sido promulgada la Constitución nacional de 1917, que en sus artículos tercero y ciento treinta reforzaba la separación Iglesia –Estado, además de la preponderancia del poder secular sobre el religioso. 

 El segundo periodo de crisis entre ambos poderes tuvo sus antecedente más claro en 1925, cuando un grupo de hombres armados de la C.RO.M. se presentaron en el templo de La Soledad de Santa Cruz, de la Cd. de México, acompañando a dos sacerdotes,  José Joaquín Pérez y  Luis Manuel Monge y se apoderaron del templo. Debido a las protestas y hechos violentos que provocó esta situación, el 24 de Febrero el Presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928) declaró expropiado el templo de La Soledad, al que destinó para biblioteca, y entregó a los cismáticos el templo de Corpus Christi en la avenida Juárez, frente a la Alameda, el que había sido expropiado mucho antes: Ahí inició el "Patriarca" Pérez la que llamó Iglesia Católica Apostólica Mexicana. 

Poco después, ya en 1926, el periódico El Universal publicó unas declaraciones que había realizado el Arzobispo de México, José Mora del Río:

“La doctrina de la Iglesia es invariable, porque es la verdad divinamente revelada. La protesta que los prelados mexicanos formulamos contra la Constitución de 1917 en los artículos que se oponen a la libertad y dogmas religiosos, se mantiene firme. No ha sido modificada sino robustecida, porque deriva de la doctrina de la Iglesia. La información que publicó El Universal de fecha 27 de enero en el sentido de que emprenderá una campaña contra las leyes injustas y contrarias al Derecho Natural, es perfectamente cierta. El Episcopado, clero y católicos, no reconocemos y combatiremos los artículos 3o., 5o., 27 y 130 de la Constitución vigente. Este criterio no podemos, por ningún motivo, variarlo sin hacer traición a nuestra Fe y a nuestra Religión”.

Estas declaraciones que, aunque el mismo Mora del Río declaró que eran extemporáneas,  llevaron al Presidente Plutarco Elías Calles a reglamentar esos artículos de la Constitución, y el 2 de julio fue promulgada la conocida como Ley Calles, que ordenaba el cierre de todos los monasterios y conventos, la expropiación de algunos templos, y la expulsión de más de 200 sacerdotes y monjas extranjeros. Estas disposiciones llevaron, a su vez, a que los Obispos emitieran una pastoral suspendiendo el culto a partir del 31 de julio, cuando entraría en vigor la ley Calles. Unas semanas después iniciaba una insurrección, la Guerra Cristera, que duraría tres años y abarcaría principalmente los Estados de Jalisco, Colima y Michoacán, mientras que en lo político vendría la reelección de Álvaro Obregón, su asesinato, y el gobierno provisional de Emilio Portes Gil (1928-1930).

Durante el periodo de este último, a instancias del Embajador Estadounidense, Dwight Morrow, se llegó a un acuerdo, el 21 de junio de 1929, entre el Presidente y el Obispo de Michoacán, Leopoldo Ruiz Flores, por el que terminó la guerra cristera. El Estado conservó el status prebélico y la Iglesia reanudó el culto.
Finalmente, el tercer periodo de suspensión de cultos inició, aquí en Sonora, en 1931 bajo la gubernatura de Rodolfo Elías Calles Chacón (1931-1935). En noviembre de 1931 ordenó reducir el número de sacerdotes a uno por cada 20 mil habitantes y así quedaron 16 sacerdotes para administrar más de 90 templos católicos en Sonora; gran cantidad de templos fueron clausurados, santos quemados, y los sacerdotes tuvieron que acudir a la clandestinidad para oficiar.

Entre 1933 y 34, al menos 26 iglesias y capillas católicas y protestantes sonorenses pasaron a propiedad de sindicatos y de otras organizaciones. La de Magdalena y la catedral de Hermosillo corrieron esta suerte, y el de La Purísima Concepción de Nogales fue clausurado nuevamente; mientras, el Estado organizaba actos dominicales que pretendían reemplazar los oficios religiosos por actividades culturales para controlar la mente juvenil. 

El templo de Magdalena, durante la época en que estuvo clausurado y convertido en oficinas.

Poco después, miembros de la sociedad se organizaron en oposición al gobierno conforme se aproximaban las elecciones para renovación de Gobernador, aunque resultó electo Ramón Ramos, un Callista. En lo nacional, afloró entonces la pugna entre el nuevo Presidente, Lázaro Cárdenas (1934-1940), y Elías Calles, quien había conservado el control nacional detrás de bambalinas.

En Sonora, Pablo Rebeil en el Distrito de Altar, y José María Suárez en el de Magdalena, se levantaron en armas en octubre de 1935 contra el gobernador Ramos, lo que aprovechó Cárdenas para hacer desaparecer los poderes del Estado y extirpar a los callistas en Sonora. Además, en abril de 1936 desterró al expresidente Elías Calles del país. Seguiría la reanudación de cultos, y el 1 de junio de 1937 fueron reabiertos los templos católico y metodista de Nogales, y así terminó el conflicto.

Estos breves párrafos bosquejan los principales hechos de la negociación entre el Estado y la Sociedad, con la intermediación de la Iglesia, en la definición de las reglas de interacción Estado-Sociedad en lo religioso durante el régimen posrevolucionario; pero también, nos muestran el acotamiento del poder secular sobre la espiritualidad mexicana, que estableciera entonces la sociedad del país.

martes, 2 de noviembre de 2010

El cuatrienio de Plutarco Elias Calles

El cuatrienio de Plutarco Elías Calles (1924-1928), que sucedió al de Obregón, fue continuación de los principales intereses del obregonista, aunque también constituyó una reorientación ideológica. Antes de tomar posesión, Calles visitó Europa y Estados Unidos, aunque su principal centro de inspiración fueron los logros sociales de la Alemania interbélica, de los que copiaría muchas instituciones para establecer en México. 

Plutarco Elías Calles (izquierda), y Alvaro Obregón (derecha) durante la toma de posesión del primero.
La ceremonia de su toma de posesión, el 1 de diciembre de 1924, ocurrió en el nuevo Estadio Nacional. Así reconocía, como nos recuerda don José Valadés, la nueva: “edad de las multitudes; pues si éstas no iban a gobernar al país, sí estaban llamadas a fundar una fuerza oficial, útil tanto en las maniobras como en las finalidades del gobierno nacional.” Es decir, a falta de una clase social que dirigiera a México en el progreso material posrevolucionario, el Estado asumiría esa función aunque utilizaría a las clases sociales marginadas para mantenerse en el poder.

El primer Secretario de Hacienda callista, Alberto Pani, se encargaría de lo financiero asistido por el joven Manuel Gómez Morín. El 7 de enero de 1925 era promulgada la Ley General de Instituciones de Crédito y días después la Comisión Nacional Bancaria, seguida de la primera Convención Nacional Fiscal, en la que Gómez Morín prometió “en unos días más fundar el crédito público en México.” Y así fue: el 1 de septiembre abría sus puertas el Banco de México.

Sin embargo, no se podía desarrollar la economía nacional sin buenas comunicaciones, por lo que el gobierno federal decidió construir carreteras y ferrocarriles; entre ellos, en 1927, el ferrocarril que unía a Nogales con Guadalajara.

Otro de los principales renglones de atención callista fue la educación, aunque aquí, Nogales se adelantaría a esta tendencia nacional. El 18 de mayo de 1924 era abierta la Biblioteca Pública y en junio la escuela nocturna para adultos de ambos sexos; estas dos actividades dirigidas por Luis y Emélida Carrillo, así como Natalia Suárez, quienes después de haber estudiado la secundaria en Los Ángeles decidieron regresar a Nogales y enseñarle a “las masas populares” algo de lo que habían aprendido.

Además, en abril de 1926 se acordó iniciar la construcción de una nueva escuela en la Buenos Aires, la actual Enrique Quijada, y para julio ponía el ayuntamiento en marcha una acción coordinada para dotar a Nogales de más aulas escolares: cedió la Melchor Ocampo para instalar allí la escuela Tipo de Hermosillo, mientras que la Melchor Ocampo fue cambiada a la Colonia Moderna; además, se compró la casa de Lelevier en la Loma de la Cruz (la Pierson, arriba del cerro) para adaptarla como escuela primaria federal urbana, que fue inaugurada el 22 de febrero de 1927 con el nombre de Francisco I. Madero.

En lo nacional, este proyecto educativo callista tuvo aciertos y desaciertos. En lo segundo, le dedicó especial atención a la educación indígena fundando la Casa del Estudiante Indígena, aunque desafortunadamente con un error de principio: según Calles, ésta serviría para: “ofrecerle al indio la oportunidad de que se convierta en hombre verdadero,” entendiendo como verdadero su homogenización cultural a través de la enseñanza del Español, Historia, Geografía, Higiene, Deportes, etc.  La idea era que al concluir sus estudios, los indígenas regresaran a sus lugares de origen a retransmitir lo aprendido, aunque ninguno regresó y la Casa cerró en 1932.

En lo internacional, el embajador estadounidense acusaba en 1925 al régimen callista de bolchevique por sus intentos de rescatar al petróleo para desarrollar al país, y la situación se agravó el 26 por el apoyo que le dio el régimen callista al movimiento de Sacasa en Nicaragua, en contra del protegido estadounidense, Adolfo Díaz. Así, la relación con Estados Unidos se fue agravando día con día, hasta que la gente de Luis Morones interceptó y publicó algunos documentos oficiales estadounidenses en los que se analizaba una futura intervención militar en México. El escándalo obligó a la nación vecina a recular, y a que su Embajador fuera reemplazado por Dwight Morrow, un banquero de la casa de J.P. Morgan.

Morrow realizó un viraje radical en las relaciones estadounidenses con México bajo la tesis de que:  "Nuestro primer trabajo en México, como medio para subsanar las dificultades entre los dos países, es poner a México sobre sus propios pies, económicamente hablando, y darle un gobierno fuerte, porque a pesar de lo que las juntas de reclamaciones o las cortes internacionales decidan, y a pesar de lo que concedan, las dificultades continuarán mientras este país tenga un gobierno débil y continúe siendo insolvente"

Como nos dice Jean Meyer: “Tomó al secretario de Hacienda [Montes de Oca, que había sustituido a Pani] bajo su protección, le instruyó acerca de cuestiones hacendarias, convidándolo a comer por lo menos dos veces a la semana y durante ese tiempo hablaban de las cuestiones económicas de México.” Además, cuando el secretario intentó dedicar buena parte de los recursos adquiridos por el país para pagar la deuda exterior, el mismo Morrow lo disuadió, advirtiéndole: "México es como cualquier otro negocio que apenas comienza. Si al conseguirlo, el pequeño sobrante se emplea en repartir dividendos en vez de reinvertirlo en el negocio, nunca se llega a ninguna parte; del mismo modo, si todo el sobrante se emplea en pagar los bonos de la deuda externa, México nunca podrá desarrollar sus recursos. El quid está en emplear cada centavo en desarrollar y poner al país sobre sus propios pies, especialmente construyendo caminos."

y así se hizo. Faltaba por resolver el problema religioso, pero este tema requiere de todo un artículo que presentaré después.