Hay que entender el primer periodo presidencial de seis años en México, de Lázaro Cárdenas (1934 – 1940), analizando sus etapas.
La primera, fue deshacerse de los callistas en 1935 y 36; después, se dedicó a solucionar el problema religioso en 1937, acompañada de la distribución agraria, para continuar con la nacionalización del petróleo en 1938 y terminar el sexenio con la preparación de la sucesión presidencial.
La primera, fue deshacerse de los callistas en 1935 y 36; después, se dedicó a solucionar el problema religioso en 1937, acompañada de la distribución agraria, para continuar con la nacionalización del petróleo en 1938 y terminar el sexenio con la preparación de la sucesión presidencial.
Como vimos en los artículos anteriores de esta serie, Plutarco Elías Calles había conservado el poder político en México desde 1924, y al tomar posesión Lázaro Cárdenas todo hacía suponer que continuaría ejerciéndolo.
Las versiones varían acerca de los detalles del inicio del rompimiento entre Cárdenas y Calles, aunque todo derivó de la agitación obrera que promovían entonces la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, dirigida por Vicente Lombardo Toledano, y el grupo capitaneado por los “cinco lobitos” como se les llamaba, dirigidos por Fidel Velázquez.
Entre diciembre del 34 y mayo del 35 habían estallado más de 500 huelgas en el país. Bajo este escenario de inestabilidad se desarrolló la primera conversación entre Cárdenas y Calles a mediados de 1935, en la que Cárdenas le informó que les iba a jalar las riendas a los obreros rebeldes. Al escucharlo, Calles le respondió al presidente que no le convenía quedar al descubierto con declaraciones contra el movimiento obrero, y se ofreció a hacerlas él mismo, oferta que, como nos recuerda Enrique Krauze, “Cárdenas permitió de mil amores.”
En junio de ese 1935 se publicaban las declaraciones de Calles en las que decía que el país requería de armonía obrera y acusaba a quienes promovían las constantes huelgas de “ingratitud” cuando bloqueaban el progreso de la nación al inclinarse por la división del país. Cárdenas dejó pasar unos días y en seguida lanzó una declaración en la que aseguraba, “jamás he aconsejado divisiones.” En seguida, le pidió la renuncia a su gabinete, la mayoría callistas, e integró uno nuevo. Después reemplazó a los gobernadores callistas del país, 14 en total, entre ellos el de Sonora, Ramón Ramos, y finalmente ordenó la expulsión del país del mismo Calles en abril de 1936. Así terminó la influencia de Calles en México.
Vendría después la solución al problema religioso en 1937, tema que ya he cubierto en un artículo anterior, al que acompañaría el reparto agrario de su gobierno, iniciado en 1936 con el de la región de la Laguna, 243 mil Has para 28 mil campesinos, seguido del de la región henequenera de Yucatán , 360,000 Has para 34 mil campesinos; continuaría con el Valle de Mexicali, región desarrollada por la Colorado Land and River Company, 167 mil Has; aunque su mayor expropiación ocurrió en el Noroeste del país, iniciada el 27 de octubre de 1937 al entregarles la margen izquierda del río Yaqui a ejidatarios mestizos y blancos y restituirles la margen derecha a los Yaquis. Así comenzó la redistribución de la tierra del Yaqui y el Mayo entre 1937 y 1940, un total de más de medio millón de Hectáreas.
Al terminar su presidencia, Cárdenas había redistribuido en el país más de 20 millones de Hectáreas a 811,157 individuos siguiendo principalmente la fórmula de los ejidos colectivos. Para 1940, los ejidos cubrían alrededor del 47% de la tierra cultivable de la nación, que si comparamos con la superficie que había sido distribuida para 1930, menos del 15%, nos daremos cuenta de la magnitud del reparto agrario cardenista. Este tema es muy complejo y requeriría, para apenas esbozar sus detalles, de espacios que aquí no disponemos.
Otro de sus grandes logros, aunque no radicado en lo material, fue el asilo que les dio México a miles de refugiados españoles, víctimas de la Guerra Civil Española. Una consecuencia de este asilo fue que entre los refugiados llegaron a México los más preclaros cerebros españoles, científicos, filósofos, profesionistas. Como ejemplo de la aportación que le dieron a nuestro país, estuvo la creación de la Casa de España, que poco después se convertiría en el Colegio de México. Uno de los centros de pensamiento más destadados no únicamente México sino a nivel mundial.
Vendría después el considerado hoy como mayor logro de la presidencia de Cárdenas, la expropiación petrolera, el 18 de marzo de 1938. Los eventos que culminaron con ésta son de sobra conocidos. Las compañías petroleras, extranjeras, tenían una perspectiva radicalmente opuesta a la del gobierno nacionalista mexicano. Desde su punto de vista, el petróleo era suyo, mientras que la Constitución de 1917 sostenía que los recursos del subsuelo, el petróleo entre otros, le pertenecían a la nación. Cárdenas definió de una vez por todas esta situación al hacer valer la Constitución mexicana y recuperar para la nación el petróleo mexicano.
Y así, llegamos a los últimos dos años de ese sexenio, periodo que Jean Meyer ha resumido magistralmente: “Cárdenas elije como sucesor a Avila Camacho, a su derecha. La transición había comenzado en 1938, el tono había bajado, se consolidaban las ganancias adquiridas sin seguir más adelante, la productividad y la industrialización prevalecían sobre la reforma agraria, la lucha social había sido reemplazada por la unidad nacional.” Todo, como antesala de la Segunda Guerra Mundial y la entrada de México a la etapa posrevolucionaria.
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